Comunicar en tiempos de crisis

Pese a que su tamaño sigue siendo el mismo, el mundo es ahora más pequeño que antes. Los medios de comunicación masiva, el acceso a la internet y las redes sociales, nos permiten ser espectadores en tiempo real de sucesos que ocurren a miles de kilómetros de distancia. Este acceso ilimitado a toda la información posible contrasta con nuestra incapacidad de procesarla en términos personales, por lo que para decodificar la posverdad hemos tenido que recurrir a los viejos sesgos cognitivos, al espíritu de tribu, e incluso a las ideologías supuestamente muertas, pero hoy día exhumadas y revitalizadas. Más información no nos hizo más analíticos y críticos, todo lo contrario.

El mundo atraviesa una crisis sin precedentes, y la pandemia no hizo más que desnudar la perversidad subyacente en el diseño de un modelo productivo que, a escala planetaria, deslocalizó todos los eslabones de todas las cadenas productivas, sin preocuparse en su sostenibilidad y vulnerabilidad, ni mucho menos en la mejoría de la calidad de vida de la gente, centrándose solamente en la rentabilidad y la acumulación de capital.

La guerra de Ucrania es el acta de defunción del orden global instaurado por Occidente tras el colapso soviético. En el escenario de reducción de oferta de materias primas, bienes y servicios que vivimos, las tensiones económicas se reflejarán en lo social y lo político. Somos testigos a distancia de quiebras institucionales en Sri Lanka, protestas en Holanda, Chile, Argentina, Panamá, Ecuador, Perú, etc., y todas por una misma razón: el aumento desbocado de los precios.

Al final, lejos de comprender o entender las razones de una inflación que es común en tantos países, frente a las necesidades primarias, la gente reaccionará de manera primaria. La emotividad conecta con el instinto básico de supervivencia, territorio fértil en donde florece el populismo y la demagogia… y más si es abonado calculadamente con desinformación, fake news y miedo.

Lo cierto es que los fundamentos de nuestra economía son robustos y estables -los indicadores están ahí-, y se han dado pasos firmes para garantizar la importación y suministro de productos de primera necesidad a la población, así como para aumentar la producción nacional de alimentos, piedra angular de la soberanía alimentaria. El desafío consiste en explicarle claramente a la gente el contexto, las realidades, las expectativas y las ejecutorias en marcha, y, sobre todo, comunicar desde la empatía, la solidaridad, la eficiencia y la verdad.