Aprendamos a contar los días

“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Salmo 90:12). La vida fugaz del hombre se realiza en el tiempo; la vida de Dios se realiza en la eternidad. “Porque mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó, y como una de las vigilias de la noche”. Con esta figura se pone énfasis en la fragilidad humana ante la fortaleza divina, la pequeñez de las personas ante la grandeza de Dios, la imperfección humana ante la perfección del Omnisciente. Por eso quien anhele ser un verdadero sabio no debe recurrir a sus propios razonamientos falibles y limitados, sino debe pedir sabiduría a Dios. Los que reciben y tienen la sabiduría que viene de Dios (revelada en su Palabra) se distinguen porque no hacen lo malo; al contrario, buscan la paz, son obedientes y amables con los demás, se compadecen de los que sufren, y siempre hacen lo bueno; tratan a todos de la misma manera, es decir, se comportan como auténticos hijos de Dios.

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