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La Ley de Extinción de Dominio y otros espejismos

El ejercicio democrático va generando diferentes paradigmas conforme al avance de los tiempos, no pocas veces cargados estos de espejismos, ilusiones ópticas que generan unas expectativas excesivas.

Son en esencia soluciones salvadoras que se nos presentan como la gran panacea, como ocurre ahora con la Ley de Extinción de Dominio convertida en algo así, como el Santo Grial de la política actual.

Una iniciativa esencialmente positiva, sobre todo como mecanismo para evitar que las fortunas habidas al amparo de acciones ilícitas permanezcan en manos de sus propiciadores mediante huecos y subterfugios legales.

Por otro lado, con esta legislación, se nos vende un gran espejismo: que por esa vía se recuperarán “los millones de chanflán”, o los millones de la familia Rosario, ahora que han detenido al encantador de serpientes, que vendió ese cuento, que los millones que durante años nos ha escamoteado la corrupción política volverán a las arcas del Estado, ¡se salvó la República!, pagaremos hasta la deuda eterna, digo externa._ ¡C’ est magnifique!__ Pero no. Una ilusión, digna de mejores causas.

La legislación que estará siendo aprobada esta misma semana, puestos de acuerdo los miembros de la comisión bicameral que la estudia, adolece de serios vicios de inconstitucionalidad.

Aspectos que han sido cuestionados por juristas constitucionalistas como Eduardo Jorge Prats, Nassef Perdomo, Pedro Balbuena y otros, las que parecen no preocupar a las instancias del poder.

Perdomo, dice en un artículo publicado este martes en el diario El Día que; “Un instrumento tan poderoso debe estar pensado para ser efectivo sin prestarse a arbitrariedades”. Indicando que “El verdadero aporte a la institucionalidad democrática sería tomarse un respiro y sacar una ley buena desde el principio”.

No son planteamientos peregrinos, como no lo son los de Eduardo Jorge Prats en un artículo publicado en Hoy, y cuya lectura recomendó hace unos días el expresidente de la Suprema Corte de Justicia Jorge Subero Isa.

Uno espera que esta legislación no sirva para ser usada, de forma arbitraria, contra quienes hoy la defienden con ardor.

Todos estamos de acuerdo, por ejemplo, de que es necesario recuperar todo lo posible del dinero robado, de que hay que evitar que narcotraficantes confesos pasen unos años en cárceles de los Estados Unidos y regresen a disfrutar de las fortunas malhabidas que preservaron. Pero siempre en el marco de una legislación que no se lleve de paro principios básicos de nuestro ordenamiento jurídico.

Con relación a esta ley se ha escuchado de todo, desde el “sí o sí” del ministro Jose Ignacio Paliza, hasta las certezas de la aprobación de la ley dadas _in voce_ por el presidente de la República en una recepción en la Embajada de los Estados Unidos, francamente lo nunca visto. El presidente de una nación que se presume soberana, garantizando en una recepción de una delegación extranjera, nuestro principal socio comercial, es verdad, pero que momentáneamente no tiene embajador, la aprobación de una ley importante para la transparencia, ciertamente, pero ¿No podía decirse por los canales diplomáticos habituales? La ley marcha ineludiblemente a su aprobación, luego de las seguridades dadas por el presidente a la embajada norteamericana, de la reunión del mandatario con la comisión bicameral, etc.

Ojalá no ocurra como en la expresión de Horacio y termine la montaña pariendo un ratón.

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