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EN SALUD, ARTE Y SOCIEDAD

Llegó la hora de repensar el gobierno del Estado

La necesidad de reformular el gobierno del Estado llama a la puerta con urgencia y ansiedad.

Más allá de política, reclama un momento para imaginar, analizar, ponderar, re-conceptuar.

El camino que recorren las naciones sub-desarrolladas las acerca cada día más a la insostenibilidad, aumentando su dependencia ante “los choques externos”. En un mundo de economías abiertas, era de esperar.

Hemos sostenido y reiteramos: el gobierno del Estado tiene que incorporar funciones generadoras de riqueza. Para sobrevivir y avanzar.

Propusimos ir hacia el capitalismo de Estado: opción operativa de gobiernos no necesariamente competitivos ante los productores locales. Se visualiza anclado donde no haya inversiones sino gastos y consumos en monedas locales y foráneas.

Ser productores, por ejemplo, significa que los gobiernos producirían más energía. Eólica o hidráulica, reduciendo pagos a terceros por la energía que los pobres consumen sin pagar. Al financiarlos, los gobiernos de los Estados han incurrido en necesidad monetaria inexplicablemente con algo soluble en un cuatrienio: sembrar las montañas de torres eólicas, construir tres o cuatro presas más. Con dinero público.

Para lo único que justificamos la andanada de empréstitos en la cual los gobiernos regionales están sumergidos desde su fundación es para construir centrales termoeléctricas y formar y operar empresas productoras estatales.

Naturalmente, allí donde no des incentivan la inversión ni las iniciativas privadas. Decimos donde el empresariado no tenga interés de actuar ni de invertir.

Indicamos, por ejemplo, fábricas de alimentos, medias, calzones, sostenes, calzados y demás. Fuentes de empleo, también. Más seguridad social.

Si para Trujillo funcionaban, ¿por qué actualmente no?

El buque “Presidente Trujillo”, en los 40s-50s del siglo XX, salía de y regresaba a puertos nacionales varias veces por semana, con destinos regionales cercanos; llevaba y traía de todo. El periódico “La Nación” lo publicaba, en un ejercicio de transparencia que fortalecía el orgullo nacional.

Sabemos que los políticos son como los artistas e intelectuales: van detrás de “nuevas doctrinas”, prestigios infundados, se ufanan de doctos e informados, lo que no son. Desconocen la advertencia del primer Ministro de Relaciones Exteriores dominicano: Los extranjeros vienen a buscar, escribió Manuel de Jesús Galván.

Si de afuera ingresan procurando, ¿por qué nosotros no buscamos encontrar?

Hasta descubrir cómo y dónde producir más y mejor. ”Vamo a´rriba”, señor!

El lloriqueo de las economías latinoamericanas es carencia de orgullo. Las no petroleras gimen por carecer de hidrocarburos. Tienen, sin embargo, montañas altas, vientos formidables durante el año, ríos enormes y fabulosos, como el Amazonas: su caudal bendito e inagotable baña los territorios del Sur. Nosotros, lo quiso Dios, tenemos ríos también.

¿Y voluntad?

Tras soluciones inmediatistas, con visión cortoplacista, se crean empresas para inducir la demanda de materias primas que suplirán los socios para —aeternum— medrar, rapax.

Ese patrón ha provocado que las opciones de desarrollo viables de las economías de las naciones pobres implosionen, erosionando sus Estados.

Carentes de planes y calidad productores pierden autodeterminación, alejando el desarrollo. Nuestros gobiernos optan entonces por lo que han aprendido mejor: lloriquear y mendigar.

Nuestra esperanza es y seguirá siendo: un gobierno productor para la autodeterminación y dignidad nacional.

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