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FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO

Vínculos primarios y conductas transgresoras de los adolescentes

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P. José Pastor RamírezSanto Domingo

Las conductas, antisociales de los adolescentes, que se verifican en la familia o en la sociedad, tienen su origen en cuidadores deficientes, que han maltratado física, emocional y espiritualmente al niño, ya sea por exceso o por defecto.

El estudio o análisis de toda conducta desafiante en un niño o un adolescente, ya sea en el ámbito legal, moral o ético, remite irreparablemente al tema del apego. El apego se define como toda conducta por medio de la cual un individuo mantiene o busca proximidad con otra persona considerada como más fuerte. Esta se caracteriza, además, por la tendencia a utilizar al cuidador primario como una base segura desde la cual explorar el entorno desconocido y hacia la cual retornar como refugio en momentos de alarma. Cuando esto no sucede, el educando mismo tiene que convertirse en su propio cuidador, generándole estrés y altos niveles de cortisol.

El sistema de apego, cuyo objetivo es la experiencia de seguridad, es un regulador de la experiencia emocional que le permite al niño construir un modelo del mundo y de él mismo, a partir del cual podrá percibir e interpretar las acciones e intenciones de los demás, con la intención de direccionar su conducta.

En el desarrollo del estilo de apego inseguro-ambivalente-desorganizado, nos encontramos con cuidadores con fallas en la disponibilidad psicológica, las cuales permitan dar respuestas organizadas a las necesidades del adolescente. El apego inseguro puede conducir a sesgos hostiles en la percepción del otro, dando lugar a comportamientos agresivos de tipo reactivo; es uno de los factores de riesgo en la conducta transgresora de los adolescentes.

Además, el apego desorganizado es el que origina mayores problemas de regulación emocional y el que muestra una mayor relación con los problemas psicológicos.

Según Freud los déficits severos en los vínculos primarios provocan la anulación del proceso integrador del niño de manera que su vida pulsional queda inhibida o disociada. Ello da origen a las desinhibiciones que conducen a mostrar partes íntimas o a realizar actos íntimos colgándolos en las redes sociales. Esta realidad la genera la incompetencia de las figuras de cuidado.

La disfuncionalidad familiar induce a los adolescentes a exhibir conductas contrarias a la moral, autodestructivas, ya que la situación de desamparo parental suele generar culpa y este sentimiento suele ser desplazado al contexto social, que es vivenciado como poco aceptable. El acto delictivo constituye una apelación a las figuras paternas que han fallado en su función. Alguien ha de ocuparse de él.

Si el sistema familiar ha fallado en su tarea de educar, el Estado es el responsable de atender a estos adolescentes, en instituciones especializadas con profesionales con altas competencias, para asegurarles una intervención apropiada.

Las familias disfuncionales, que en el país se han multiplicado, son las máquinas de producción del apego evitativo y de los adolescentes transgresores. Sancionar, ignorar o culpabilizar no son acciones educativas, sino represivas, por demás insuficientes. La represión aumenta el comportamiento transgresor y la ira. Hay que ayudar a sanar a estos hijos de la indiferencia.

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