OTEANDO
La marca del sicariato
En los últimos días el sicariato ha cobrado varias vidas. La última que ha estremecido el país fue la de Basilio Guzmán, avezado abogado de la ciudad de Santiago, experto en Derecho Procesal Civil - y más particularmente en Vías de Ejecución-, cuyo abolengo de implacable litigante se conocía en toda la geografía nacional. Las investigaciones sobre su muerte apenas comienzan, pero es una percepción generalizada que se trató de un asesinato, con la connotación que tiene la palabra en términos jurídicos, o sea, un tipo penal que se distingue del homicidio en que, mientras para este, el delito puede ser cometido sin planificación previa, de modo voluntario e involuntario -y hasta de forma excusable-, en aquél, todo apunta a la causación de la muerte de una persona previamente planificada mediante una procesión de actos llamados preparatorios y que se lleva a cabo con premeditación, acechanza y alevosía, sin que admita ningún tipo de justificante que exima de responsabilidad o la mitigue: excusa legal de la provocación, legítima defensa, preterintencionalidad, etc.
Con todo, si bien la calificación del tipo deviene relevante para los fines de la sanción a imponer, lo cierto es que, en términos del impacto del crimen, los que cuentan, a partir de la crueldad manifiesta, son los múltiples efectos psicológicos y sociológicos que produce. Por ser amigo de esa familia me presenté, tan pronto como me enteré de lo ocurrido, al hogar que compartía con su esposa y sus hijos. Allí encontré a amigos comunes y también a desconocidos que compartían un estupor generalizado, al que forzosamente me sumé por influjo de la incertidumbre y de un ejercicio de inadvertida alteridad respecto de sus deudos, devastados por la marca del sicariato .
En La Ilíada Aquiles afirma “todos mueren un día”. Pero esa sentencia, por muy democrática que haga a la muerte, no nos reporta ningún consuelo. Más bien, como mecanismo de defensa, consciente o inconscientemente, nos pasamos la vida negando la muerte, hasta que un día nos sorprende. Y lo peor de todo es que, la seguridad que pretendemos, que tiene por correlato la cesión de una cuota importante de nuestra libertad, se diluye en la expectativa de promesas, no solamente insatisfechas, sino difíciles de cumplir, porque la causa final y eficiente del sicariato es el narcotráfico, un cáncer que ha hecho metástasis y demanda ser extirpado desechando los temores, los del Estado y los del pueblo.