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UMBRAL

El gobierno: concierto de alaridos

Cuando el PPH, por tradición de equi­po –desas­tre económico del perío­do 1978/1982, pobladas del 84, con saldo de cien­tos de asesinados en las calles por protestar ante el altísimo costo de la vi­da y demás- hundió al país en una de sus peores cri­sis, el pasado -Leonel Fer­nández- retornó por acla­mación popular al grito de “e´pa´fuera que van” para rescatar el país de quiebra de bancos, para “renom­brar” a los supermercados bautizados por el pueblo como casas del terror por ser éstos la herida abierta en el bolsillo expresada en una inflación que escaló al 60 por ciento, para restau­rar la confianza y detener la estampida de capitales.

Su solo retorno con un equipo instruido, entre­nado, enfocado y con el norte definido, en apenas semanas, bajó el tipo de cambio del 60x1 al 32x1-. Le plantó cara al disparo descomunal de la pobreza expresado en un PIB que se contrajo de 24,000 mi­llones de dólares a 22.000 millones de dólares. Al año de iniciado el resca­te ya los organismos fi­nancieros internaciona­les hablaban del “milagro económico dominicano”. Y así, el período comen­zado por el pasado -Leo­nel Fernández- llevó el PIB en solo 8 años, de aque­llos 22,000 millones- de la incapacidad para gober­nar-, a 61.000 mil millo­nes; salto sin precedentes en la historia económica de la República Dominica­na. Por ello aquel concier­to de alaridos desafina­dos -en un escenario que pretendió imitar un esti­lo natural y depurado con estridencias y sobreactua­ciones patéticas- para lla­mar a no mirar al pasado.

Es que el éxito del pa­sado -Leonel Fernández- desnuda un ¿presente? catastrófico que conecta con su añejo ADN de fra­casos, pues la compara­ción hace más grande el hueco entre la ineptitud y la eficiencia; entre el ¿pa­sado? que conoce, domi­na, interioriza e interpreta el presente -Leonel Fer­nández- y el ¿presente? -Luis Abinader- que igno­ra las claves y dinámicas del hoy; que no entiende el mundo actual, interco­nectado e interdependien­te, que no sabe interpretar y por tanto no puede asi­milar con eficiencia cogni­tiva cómo se mueven sus mercados, su geopolítica, su diplomacia, la sociedad global con sus nuevas for­mas de producir los bienes y servicios, de distribuir­los y consumirlos, todo en medio de una diversidad que se multiplica a prisa de vértigo, engendrando demandas crecientes des­bordantes, propias de un emergente temperamento social volátil solo maneja­ble por quienes compren­den los cambios a la luz del estudio de estos trepi­dantes procesos.

En fin, que el señor del “presente” -el del ADN añejo de los fiascos- por no saber nada, anda sin rumbo, desorientado, dando “palazos”, “pica­zos” o “brochazos”; “bu­feandose” la Presidencia con excesivas exhibiciones mediáticas y sin un plan, sin tener la más mínima idea de cómo se gobierna un país inserto en los pro­cesos de cambios dialécti­cos globales, que por de­más es arrastrado como el resto de los países por los efectos de crisis cada vez más sucesivas y comple­jas.

Y no puede ser dife­rente –su desorientación en el manejo de lo públi­co- porque su naturaleza empresarial solo le con­duce a enfocarse en cues­tiones rentistas; de ahí el talante popis de su admi­nistración, llena de nego­cios amparados en fidei­comisos; de ahí el susurro internacional de los pa­raísos fiscales y su desidia frente los intereses colec­tivos que intenta disimu­lar mediante una profusa publicidad de un cariz po­pular que no tiene el Go­bierno. Es por todo esto que teme una mirada al pasado -luminoso- por­que ese pasado -Leonel Fernández- resulta más presente que el cuño de su ADN, forjado en los fracasos que nos brinda un hoy de retrocesos, de desmonte del progreso, de reversa, incertidum­bre y perplejidades.

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