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TRIBUNA DEL ATLÁNTICO

Tambores y gritos de campaña

Desde antes que Carl von Clausewitz dijera que “La guerra es la continuación de la política por otros medios”, ha estado claro el vínculo entre la política y la guerra, ambas teniendo como su esencia la conquista y permanencia del poder.

El domingo, mientras a 1,700 kilómetros de distancia, Colombia decidía un proceso electoral histórico con dos candidatos diametralmente distintos entre sí, representando sectores que, hasta ahora, no habían sido opción real en ese país, para concluir con la victoria de un exguerrillero, el izquierdista Gustavo Petro, en la Republica Dominicana los tambores definitivos de la guerra política comenzaron a sonar.

En un acto masivo con el pretexto de entregar los certificados de elección a las autoridades escogidas mediante una convención de delegados, es decir, por menos gente que la que estaba presente en el Palacio de los Deportes, el PRM dio el banderazo definitivo a la temprana campaña de cara a las elecciones del 2024.

Desde tiempos inmemoriales los pueblos han sido convocados a la guerra por la fuerza de los tambores en melodías, que, conocidas por todos, implican un llamado a la batalla, acompañadas de gritos y eslóganes que buscan estimular a las tropas.

Eso fue lo que pasó el domingo, por mucho que se afane en negarlo el consultor jurídico del Poder Ejecutivo.

El presidente Luis Abinader dijo por ejemplo “Ahora, con las nuevas autoridades, vamos a consolidar nuestro padrón de 1,7 millones de inscritos y vamos a incrementarlo a 3 millones”.

“Vamos a conquistar las calles con el empuje y la pasión perremeista”. Si esas no son frases de campaña, dígame usted de que son. Ni que decir del eslogan “Mira pa’ alante, no mire pa’ atrás. Un verdadero grito de guerra, de campaña, es mejor decir.

Si el motivo de esta salida anticipada es el avance de las fuerzas opositoras, no lo sabremos por el momento.

Se puede argumentar, con razón, que hace meses la oposición anda en esos menesteres, con el pretexto de las juramentaciones, en algunos casos con cifras que no caben en los recintos elegidos, pero esa, por el momento es harina de otro costal. La gran tarea del PRM y del gobierno de cara a su claro objetivo que es la reelección en el 2024, es vencer las estadísticas que en tiempos de pandemia y, ahora de guerra, han barrido a 12 de 13 partidos gobernantes en el hemisferio, con la sola excepción de Nicaragua, Daniel Ortega y Rosario Murillo, empeñados en parecerse a Somoza y no a Sandino.

El gobierno deberá lograr que en lo que queda del 2022 y el 2023, que, a juzgar por los pronósticos de banqueros y lideres tecnológicos, serán tiempos de cataclismos, la inflación no siga creciendo, que la delincuencia deje de ser dueña de casa, que la producción agrícola se incremente, para solo citar algunos de los retos que harían posible su permanencia en el poder. No voy a hablar aquí de la mala suerte del PRD-PRM, o de su supuesto fukú, ya Bernardo Vega ha analizado esa variable, con la que podemos estar de acuerdo o no.

No hace falta ser amigo de Bill Clinton, a quien gusta este país, para recordar que para que esos tambores y gritos de campaña tengan éxito, la clave, “Es la economía…”

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