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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Los jesuitas nacieron en un contexto antijudío

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

La Compañía de Jesús nació en el siglo XVI en una Europa cuyo antijudaísmo crecía. Entre el 1290 y el 1490, antes de que España los enviara al exilio, los judíos habían sido expulsados de Inglaterra, Francia, Viena, Colonia, Baviera, Perugia, Parma y Milán.

Tal y como ocurriría en la Rusia del siglo XIX, era corriente en esa época acusar a los judíos de las epidemias, el envenenamiento de aguas, catástrofes, sacrificios de niños cristianos y especialmente, pretender haberse convertido al catolicismo y clandestinamente continuar practicando su religión. Se les culpaba también de intentar corromper la fe del pueblo católico. Esta acusación y la práctica de la usura fueron de los motivos aducidos por los Reyes Católicos para expulsarlos de los reinos de Castilla y Aragón el 31 de marzo de 1492 en un decreto elaborado por el tristemente célebre Torquemada, primer Inquisidor. Sicilia (1493) y Florencia (1494) adoptarían la misma medida: conversión o expulsión. Se buscaba la unidad nacional exigiendo que todos los súbditos tuviesen la religión del príncipe “cuius regio, eius religio”, tal y como quedaría sancionado en la Paz de Augsburgo de 1555. Maquiavelo, Picco de la Mirandola y la Universidad de París alabaron la “moderna” medida de los Reyes Católicos.

Ignacio de Loyola sabía que desde 1489 le estaba prohibido a todo judío residir en Guipuscoa.

En Portugal el 19 de abril de 1509 ocurrieron varias matanzas de los despreciados cristianos nuevos. La victimas superaban las 1,900 personas.

Desde 1522 ningún judío podía graduarse en Salamanca, ni en Valladolid o Toledo. Los dominicos de Toledo fueron autorizados en 1531 de excluir de sus filas a todo cristiano nuevo, es decir, un católico descendiente de antecesores judíos cercanos.

En 1547, el arzobispo de Toledo Juan Martínez Silíceo, queriendo vetar completamente a todo descendiente de judío del sacramento del orden, estableció el estatuto de limpieza de sangre. En adelante, ningún descendiente de judíos sería ordenado en su arquidiócesis.

El estatuto fue ratificado por el papa Paulo IV en 1555 y por el rey Felipe II, en 1556. Más tarde, el arzobispo Silíceo sería uno de los grandes enemigos de la Compañía de Jesús. ¿Qué pensaba Ignacio de Loyola de los judíos, el pueblo de Jesús?

(ver, Jesús García de Castro Valdés (2012), Polanco, el Humanismo de los jesuitas, 185 – 215).

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