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Un poquito para atrás...

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Cristhian JiménezSanto Domingo

“Ni me canso, ni me cansan” suele decir el presidente Luis Abinader para reafirmar su voluntad política sobre determinados planes oficiales. Su hiperactividad y consistencia le validan.

Sin embargo, hay proyectos que se ralentizan, giran con rumbo incierto o palidecen, que parecen mellar esa férrea determinación presidencial.

La seguridad ciudadana, que tiene como un elemento central la reforma de la Policía Nacional, es jaqueca oficial desde el inicio de la gestión de un partido y mandatario que presumían tener sólida respuesta, con asesoría internacional.

Abinader se entregó en cuerpo y recursos a la mejoría y transformación policial, pero las expectativas eran muy altas y mayor la prisa ciudadana, acicateada por abusos policiales e inseguridad en barrios y zonas residenciales.

La resistencia al cambio en policías, pasó a expresarse de las más diversas formas, mientras ganaban terreno el crimen, la delincuencia y la violencia, hechos que visualizados en las redes y asumidos por los medios convencionales exasperaron a ciudadanos de todos los niveles.

El reclamo subía de tono, entre respuestas insuficientes y medidas cosméticas, hasta que el presidente Abinader decidió (o le convencieron) hacer una contundente proclama contra los delincuentes, frente a tropas militares y policiales reunidas en el cuartel principal de esta última institución.

El mandatario, que trató de cuidar cada palabra e hizo énfasis en el respeto a los derechos humanos, advirtió a los que intranquilizan en zonas populares y residenciales que “se entreguen de manera pacífica, sino se les va a buscar donde estén” y garantizó a los ciudadanos paz y tranquilidad con el envío de patrullas de policías y militares, hasta lograr retomar el control en esos lugares.

De nuevo, medidas coyunturales adoptadas en anteriores gobiernos, insostenibles en el tiempo y sin resultados positivos.

Algunos las ven como necesario paliativo ante el alto pico delictivo, como quien se aferra a un clavo caliente.

El problema es que en algunos ámbitos policiales se podría interpretar que han vencido “el cambio”, y que se retoma el camino de reforzamiento del patrullaje mixto como disuasivo y que se da carta blanca para eliminar a “reconocidos delincuentes” en los “intercambios de disparos”.

Los supuestos responsables del robo a una gasera en Santo Domingo Este fueron eliminados, así como a los integrantes de la banda de “Los Menores”, que se alegaba intranquilizaban en la zona norte de la capital. Extrañamente, el líder del grupo, alias Momo, de 20 años, “cuidaba” a los residentes de La Ciénaga de otros pandilleros de barrios aledaños, según testimonios. Su desaparición desató enfrentamientos entre rivales.

Es evidente que “otro Momo”, asumiría el “liderazgo” y, en la lógica de la eliminación física de “delincuentes”, como vieja fórmula represiva, seguiría la orgía de sangre.

En el fin de semana, pese al reforzamiento del patrullaje, hubo numerosos muertos y heridos en enfrentamientos de grupos, ataques sorpresas y atracos.

La espiral de violencia continúa, ahora alimentada también con participación policial, validada por gran parte de la población, harta de la inseguridad y el desenfado de los delincuentes.

Abinader ha insistido que en su gobierno no habrá paz mafiosa y asume muchos de los hechos criminales de los últimos meses, como coletazos del narcotráfico por la eficiente labor realizada por las autoridades.

La preocupación es que el giro forzoso a esta fracasada vía (en redes se difunde listas de pasados jefes de policías de los últimos 20 años con cientos de muertes en “combate a la delincuencia”) enfríe hasta el congelamiento, los sinceros esfuerzos, a contracorriente del presidente Abinader en la reestructuración de la Policía y la elaboración y formulación de un sostenible y coherente plan de seguridad ciudadana.

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