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MIRANDO POR EL RETROVISOR

Las otras adicciones que deben ventilarse en las escuelas

A mediados de mayo un hombre de 32 años narró a Listín Diario en una historia escrita por la periodista Marta Quéliz como durante la adolescencia su adicción a la pornografía casi lo lleva a la locura.

Confesó como esa adicción, no solo le robó la paz, sino que lo llevó a pasar la mayor parte del tiempo aislado, en su mundo.

Los padres de otra adolescente están preocupados porque permanece hasta altas horas de la madrugada conectada al internet a través de su móvil, lo que ha afectado su desempeño en la escuela.

Una pareja enfrenta el deterioro de su relación porque el esposo es adicto al sexo y otra perdió la vivienda que compraron con tanto sacrificio porque la mujer padece ludopatía, inclinación patológica por los juegos de azar.

Los cuatro ejemplos retratan una realidad tanto o más preocupante que las adicciones al tabaco, el alcohol y las drogas sintéticas, como la marihuana, crack, cocaína, heroína, éxtasis, metanfetamina, LSD y fentanilo.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cuatro personas en el mundo sufre trastornos de la conducta relacionados con las llamadas adicciones sin sustancia o comportamentales.

El juego patológico, el uso abusivo del internet y los dispositivos móviles, las compras compulsivas, el sexo desenfrenado y la pornografía forman parte de un conjunto de comportamientos capaces de alterar la vida laboral, sentimental y personal.

Los profesionales de la conducta advierten que las adicciones sin sustancias pueden provocar incluso daños físicos, económicos y emocionales, como depresión, ansiedad, abuso de drogas y hasta llevar al suicidio.

Citan que lo esencial del trastorno es que la persona adicta pierde el control sobre la actividad elegida y continúa con ella a pesar de las consecuencias adversas que le produce.

¿Cómo se identifica una adicción sin sustancia? Simplemente cuando una persona se involucra en estos comportamientos de manera excesiva y sin la fuerza de voluntad para detenerse.

Por tal razón, una persona adicta al juego puede ver como se esfuman todos sus bienes, como el caso de la mujer que perdió su vivienda; un adicto al sexo masturbarse a los pocos minutos de tener una relación íntima con su pareja, el adicto a las compras adquirir artículos que no necesita y la persona atrapada por el móvil incapaz de desconectarse a cualquier hora del día y de la noche.

Una desventaja para quienes caen en las garras de las adicciones comportamentales es que no cuentan con la abogacía de los gobiernos y de organizaciones sin fines de lucro que regularmente impulsan campañas de prevención y programas de asistencia en otras áreas, como pasa con los adictos al tabaco, las drogas y el alcohol.

Y a diferencia de las sustancias psicoactivas, otro de los escollos al momento de atacar las adicciones sin sustancias es que pocas personas admiten que están frente a un problema que amerita ser tratado.

El joven adicto a la pornografía dijo que, aunque era un tema vergonzoso, decidió contar su experiencia a través del Listín Diario porque está consciente de que muchos niños, niñas, adolescentes y jóvenes están perdidos en ese mundo.

En su caso confesó que el uso de las tecnologías, sin supervisión de sus padres, influyó para que cayera mucho más profundo en el agujero de la adicción por la pornografía.

Me parece muy valiente de su parte revelar los detalles de una experiencia tan perturbadora y, ojalá, sirva de ejemplo para que las autoridades educativas lleven a las aulas temas como las adicciones sin sustancias, tan peligrosas como las que penetran en el cuerpo humano.

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