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FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO

Etiquetar y encasillar, dos actos irreverentes

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P. José Pastor RamírezSanto Domingo

El mundo está lle­no de personas etiquetadas, en­casilladas o mar­cadas por sobre­nombres; señaladas como si fuesen malolientes o peli­grosas pecadoras. En nume­rosas ocasiones, por simpli­ficar, se tiende a “etiquetar” dentro de una determinada categoría. Por ejemplo, es un equívoco invocar una ideo­logía, una patria, una carre­ra o una religión para justifi­car la agresión, el desprecio o la destrucción de la perso­na. Existe una “intolerancia”, un atentado contra la digni­dad y el valor inalienable de la persona humana. Se ha de ser, por el contrario, más tolerante, con mayor capa­cidad para “aceptar” al otro, no para destruirlo o elimi­narlo. Regularmente, las eti­quetas surgen del deseo inte­rior de “dominar” al otro, de someterlo y de controlarlo.

Las etiquetas son usadas en la familia, en la escue­la, entre los grupos de ami­gos, en la vida social, polí­tica y religiosa. Además, es una práctica que no respe­ta ni la edad ni el grupo so­cial ni el sexo. Cuando es­tas expresiones se usan en el trabajo forman parte de lo que se denomina, Mob­bing, pero cuando es desde la escuela o desde la familia se designa como Bullying. Ambos comportamientos son agresivos, inhumanos e irrespetuosos. Las “etique­tas negativas” procuran in­seguridad y sensación de rechazo en quienes se les adjudican. Es decir, son profecías autocumplidas.

Cuando se etiqueta a la persona se está levantando una muralla que incomu­nica; se bloquea la capa­cidad de identificar senti­mientos y necesidades en el otro; se detiene la capaci­dad de compasión y de mi­sericordia hacia los demás; se eliminan las posibles op­ciones para superar las di­ferencias; se dificulta ver la realidad del otro. Etiquetar es una forma de “anular” al otro, de arrinconarlo, de silenciarlo, de negarle sus derechos, su dignidad; la etiqueta impide ver la ri­queza de la persona para fijarse en el adhesivo. Las personas que tienen obse­sión por encasillar y se go­zan en ello, generalmente, no se conocen.

Etiquetar es una forma de reducir la riqueza de matices de un individuo a la limitada percepción per­sonal de quien lo hace. Es una incapacidad para acep­tar la diversidad entre los individuos como seres úni­cos, irrepetibles y sagrados.

Las etiquetas son fáciles de poner, pero muy difíciles de eliminar, permanecen toda la vida. La persona se habitúa tanto a la etiqueta, que acaba comportándose de ese modo. Estudios rea­lizados demuestran que las expectativas que se tengan sobre una perso­na, sean estas positivas o negativas, pueden modi­ficar los comportamientos de los individuos. Se sue­le encasillar también por la cultura, la religión o la familia a la que pertenece: “el inteligente”, “el san­to”, “la pantera negra”, “el desequilibrado”.

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