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FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO

Educación, democracia y buen hacer

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P. José Pastor RamírezSanto Domingo

La Democra­cia Dominica­na es una crea­tura que desde su gestación ha costado grandes esfuerzos, luchas y sacrificios. La nues­tra se visualiza como una de­mocracia fortalecida que ca­da día se va consolidando. Sin embargo, no han faltado las tentativas de personas y de grupos, psicológicamen­te enfermos, que considera­do el país como su parcela o un espacio de su partido, del que pueden disponer a su antojo; mancillando la vo­cación democrática del pue­blo, así como de los procesos consolidados en el tiempo.

Cuando un dominicano o dominicana es elegido de­mocráticamente para diri­gir los destinos de la nación, asume la responsabilidad de gobernar para todos, te­niendo como carta de ruta la Constitución y las leyes do­minicanas. Una de sus tareas importantes es elegir equi­pos de servidores públicos y funcionarios honorables, responsables, educados, acogedores, buenos escu­chas, y servidores de todos. Es una tarea difícil, ya que, no siempre se conoce lo su­ficientemente a quienes as­piran a cargos gubernamen­tales. Habría que auxiliarse más de las ciencias huma­nas, sobre todo de la psicolo­gía, porque algunos perfiles elegidos, definitivamente, presentan serios problemas de salud mental. Así se evita­rían experiencias traumáti­cas en el ejercicio de las fun­ciones.

Por otra parte, habría que evitar que tengan o hayan tenido temas pendientes con la justicia; que tengan la preparación apropiada; personas con capacidad de escucha, de diálogo, de en­suciarse las manos y empol­varse los zapatos. Han de ser dominicanos que no se de­jan embriagar por el poder que ostentan, por el rango o por los títulos que se exhi­ben, sino por la capacidad de compadecerse, de arrimar el hombro, para que desde su sector de servicio el país crezca y se desarrolle.

En la política latinoameri­cana y dominicana se escu­cha la expresión “tengo que cumplir con compromisos políticos”. Este es un crite­rio indecente. La situación es aún más penosa, porque se ambicionan ministerios de gran envergadura para ase­gurar futuros proyectos po­líticos. Esta es una desleal­tad al país y una estocada a la democracia que nos está generando dolores de cabe­za, corrupción y lentitud en el crecimiento y en el desa­rrollo para todos. La historia nos enseña que insertar per­sonas incapaces a desempe­ñar funciones importantes constituye un desatino ma­yúsculo. Hoy los ciudada­nos somos testigos de este espectáculo de mal gusto y vergonzoso. Hay ministerios con los cuales no se puede inventar o improvisar, como, por ejemplo, Educación.

Desde hace décadas el Sistema Educativo domi­nicano viene atravesando por tormentas y por humi­llaciones que deterioran la democracia, que gene­ran profesionales intelec­tualmente desnutridos, con poco compromiso con la patria, que exhiben la superficialidad como si se tratase de un trofeo, mo­vidos por una concepción ética y moral de pacotilla, vendiendo su honor por cheles.

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