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CONSULTORÍA EN COMUNICACIÓN

Políticos endiosados

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Freddy Ortiz PujolsSanto Domingo

“Lo primero que le otorgan los dioses a aquel que van a aniquilar es orgullo”, Teognis de Mégara, poeta griego.

La sociedad de hoy sigue los liderazgos empáticos, inspiracionales y horizontales. Detesta aquellos políticos que se comportan como semidioses con altos grados de soberbia.

Esos políticos no han entendido que el mundo cambió, que vivimos en una época en la cual cada una de sus acciones es “ultra mega examinada”, porque así lo mandan estos tiempos de hipertransparencia e inmediatez.

Hoy en la política no se puede tener vida pública y privada, sino una sola vida, el simple lente de los dispositivos móviles se encarga de desnudar cualquier comportamiento, dejando mal parados a los políticos. Sobran los ejemplos.

Cada día somos testigos del rechazo generado por ciudadanos hacia algunos actores de la clase política cuando se muestran con poco dominio de sus egos y sin entender que el “poder es pasajero”.

Han olvidado como sostiene el profesor de psicología Dacher Keltner en su libro La Paradoja del poder: "cómo ganamos y perdemos influencia" que el poder en política es otorgado y cedido, pero también retirado cuando los electores se sienten defraudados con sus comportamientos y cumplimiento de expectativas.

El orgullo lleva a la arrogancia y la aleja de la humildad y la conexión con sus congéneres, en tal sentido, si quieren calar en el corazón de sus electores deben bajarse de las “nubes” y mostrarse como son: seres humanos de carnes y huesos.

Mucho se ha hablado y hasta se ha generalizado la cita del historiador británico Lord Acton que «El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente».

Ser absolutista con la aplicación de esa frase sería un craso error. El poder sólo corrompe a la gente que, de antemano, tiene una moral laxa. Aunque si las potencia, además que el poder no corrompe, pero refleja cómo eres.

El abuso de poder ha sepultado carreras políticas y destruido reputaciones cuando políticos han actuado sin límites, solo creyendo que ese poder les otorga una patente de corso para sobreponerse a cualquier obstáculo legal sin ningún tipo de consecuencias, implicándose con más frecuencia que el resto de las personas en comportamientos poco éticos, egoístas y groseros.

El autor citado más arriba en sus investigaciones realizadas en los últimos 20 años ha descubierto un patrón inquietante: “Mientras las personas normalmente adquieren poder a través de acciones dirigidas defender los intereses de otras personas tales como la empatía, la colaboración, cuando empiezan a sentirse poderosos las cualidades mostradas hasta ese momento empiezan a desvanecerse”, es decir, mientras se crecen en función de sus virtudes, pero sus comportamientos los van hundiendo cada vez más a medida que ascienden.

Los efectos nocivos del mal uso del poder provocan una patología cuyos síntomas son conocidos: indiferencia ante lo que otros piensan; frialdad hacia los sentimientos de los demás, entre otros. Debo aclarar que el poder no es malo tampoco mi intención es “demonizarlo”.

Soy partidario de que el poder se demuestra cuando eres útiles a los demás, más empáticos (colocarse en el lugar del otro), cuando escuchas sin menosprecio, cuando cumples lo que prometes,cuando te importa el bien común y tiendes el puente para el entendimiento y la paz. Siendo así se convierten en líderes socialmente más aceptables e incluso considerados modelos a seguir.

En otra ocasión nos vamos a referir al síndrome de Hubris (o adicción al poder). Su significado más básico se desarrolló en la antigua Grecia simplemente como descripción de un acto: un acto de hybris era aquel en el cual un personaje poderoso, hinchado de desmesurado orgullo y confianza en sí mismo, trataba a los demás con prepotencia y desprecio. Para él era como una diversión usar su poder para tratar así a los otros, pero esta deshonrosa conducta era severamente censurada en la antigua.

¿Conoces algún político que padezca de este síndrome?

El autor es periodista y consultor en Comunicación Estratégica con máster en Asesoramiento de Imagen y Consultoría Política en la Universidad Camilo José Cela de Madrid, España y máster en Dirección de Comunicación Corporativa en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM).

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