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FIGURAS DE ESTE MUNDO

Amor a Dios y al mundo

Lo primero es aclarar esta paradoja: el cristiano ama a Dios, pero no ama al mundo. Aquí ‘mundo’ no se refiere al mundo físico y material, sino al régimen espiritual de maldad controlado por el diablo. Pues lo que hay en el mundo –el egoísmo de la condición humana, la codicia de los ojos y el alarde de la opulencia– no procede del Padre, sino del mundo.

“No améis al mundo –escribe Juan–, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.

Mientras más prevalece el amor al mundo, más declina el amor a Dios. Y las cosas del mundo son fugaces. Pero el amor de Dios no acabará jamás.

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