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Fundación Salesiana Don Bosco

¡Vivan como hermanos!

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Padre José Pastor RamírezSanto Domingo

El Papa Francisco en la Fratelli tutti ofrece un llamado a toda la humanidad: “¡Vivan como hermanos!”. Ciertamente, elegir la fraternidad es el único camino hacia un mundo y un hacia futuro posible. En ese mismo orden señala el filósofo musulmán A. Bidar: “Esto vale tanto para los ateos como para los creyentes, para los judíos, los cristianos y los musulmanes, tanto para los franceses “de pura cepa”, como para los inmigrantes de reciente o de larga inserción. Cada uno tendrá que elegir entre la fraternidad universal o el repliegue sobre sí mismo, entre la gran familia humana o la pequeña tribu identitaria”.

Por ejemplo, en el lema francés: Libertad, igualdad y fraternidad. La palabra clave es la fraternidad. Tanto a Francia como toda Europa se les plantea el reto de educar para la fraternidad. El conflicto actual entre Rusia y Ucrania lo confirma. Por supuesto, no es suficiente hablar de fraternidad, es preciso vivirla. La fraternidad de los latinoamericanos también está amenazada.

Por otra parte, conviene no confundir la fraternidad con la amistad; existe una diferencia importante: a los amigos los elegimos, mientras que a los hermanos no elegimos. Pero más aún, hay que evitar confundir los contactos de Facebook con los amigos. Se escucha decir tengo cientos de amigos en la red social; no, tienes contactos. Asimismo, se ha de evitar reducir la fraternidad a la solidaridad. Este último valor atrae mucho a los jóvenes. Sin embargo, la solidaridad no necesariamente es expresión de fraternidad. Esta última implica intercambio y reciprocidad; exige ver a la persona con detenimiento, vivir la compasión, la amabilidad, la cortesía y la misericordia. Una sociedad en la que se diluye la fraternidad no hay futuro; tampoco prosperará si solamente existe el “dar para obtener” o el “dar por deber”.

Por su puesto, la fraternidad no se reduce a la solidaridad, sino que la engloba y la presupone. A la fraternidad se le presentan múltiples amenazas, sobre todo, la dificultad para acoger al diferente. La Biblia ofrece un sinnúmero de ejemplos: Caín y Abel, una historia de fratricidio movida por la envidia. El caso de Jacob y Esaú, los dos hijos de Isaac; recordemos todavía el caso de José y sus once hermanos, los descendientes de Jacob.

Ser hermano implica conocer, valorar, cuidar y amar al otro, al diferente. Lo diferente enriquece. La solidaridad y la fraternidad encierran o presuponen la justicia social y la honradez, la ética, la transparencia y la decencia en la gestión de los bienes públicos y comunes.

Para el sociólogo Carlos C. Díez hablar de fraternidad en el ámbito económico puede sonar a determinados espíritus y a música celestial, ya que, piensan sólo en términos de eficiencia, de máximo beneficio y de negocios. Para muchos economistas, sobre todo, para los liberales y los neoliberales, la fraternidad es una debilidad que hay que eliminar. Y, de hecho, es una actitud evangélica, completamente ignorada por la economía. Sin embargo, la fraternidad ha de ser la piedra angular de la humanidad. Pero hay que salir de la tumba del individualismo para tomar el camino de la fraternidad.

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