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Política y Cultura

La historia patriótica de abril

La tarde del 27 de abril de 1965, el Presidente Dr. José Rafael Molina Ureña y los miembros de su gabinete, acudieron a la Embajada norteamericana que los invitó para mediar y buscar un acuerdo con las tropas acantonadas en la base militar de San Isidro que habían ametrallado de manera constante las defensas constitucionalistas en la cabeza del Puente Duarte. Fueron acompañados del alto mando militar del movimiento constitucionalista. Sin embargo, el embajador William Tapley Bennett en vez de buscar una salida al conflicto, respondió arrogante, “no es la hora de negociar, es la hora de rendirse”. Esta actitud de Bennett desalentó a las figuras civiles del Gobierno constitucionalista encabezado por Molina Ureña, quienes trataban de evitar una matanza si las tropas del Centro de Enseñanzas de las Fuerzas Armadas penetraban por el Puente Duarte. El presidente Molina y sus más íntimos colaboradores se refugiaron en diferentes Embajadas creyendo perdida la causa constitucionalista. Hasta ese momento el martes 27, todas las guarniciones militares de las 26 provincias que tenía el país, se habían solidarizado con el movimiento constitucionalista. Un milagro militar ocurrió el atardecer del 27 de abril. Una hilera de tanques, alrededor de 14 penetró por el puente Duarte seguido de contingentes militares que se guarecían detrás de las máquinas de muerte. Venían con las gorras puestas hacia atrás como vía de identificación. Lograron entrar a la periférica del puente Duarte y recorrieron alrededor de 4 o 5 calles aledañas, y volvieron a la entrada del puente, acosado por los combatientes constitucionalistas. Una encarnizada batalla se libró entonces, varios tanques fueron incendiados, otros fueron abandonados. Al frente del combate dos legendarias figuras escribirían sus nombres en el libro sagrado de la historia, Coronel Francisco A. Caamaño y Contralmirante Manuel Ramón Montes Arache quienes seguidos por cientos de combatientes estrecharon el cerco sobre las entonces dispersas tropas de San Isidro, que se lanzaban desesperadas al rio Ozama. Chamuscados quedaron la mayoría de los tanques, que luego fueron retirados por las tropas norteamericanas y llevadas al sector de San Juan Bosco, a un garaje improvisado, y retornados como chatarra a San isidro. Algunos de esos tanques habían sido capturados por el Capitán constitucionalista Marino Almánzar. Solamente cuatro de aquellos tanques quedaron siendo maniobrados por los constitucionalistas y fueron vistos hasta terminar el conflicto en la ciudad constitucionalista. La ciudad amaneció el 28 de abril en poder del ejército constitucionalista, mientras el interior del país seguía pronunciándose en apoyo al gobierno constitucional. Ante el desplome de San Isidro como consecuencia de la batalla del puente, el coronel Pedro Bartolomé Benoit, émulo del traidor Pedro Santana, se aprestó a firmar una carta indigna donde se pedía la intervención de los marines para supuestamente restablecer el orden. Esa carta le fue pedida por el embajador Tapley Bennett para poder justificar el desembarco de 42 mil marines con toda clase de armamentos. El mundo entero condenó la invasión a Santo Domingo manifestando su simpatía con la resistencia patriótica de la nación dominicana, El Presidente Molina desbordado por los acontecimientos se asiló en una Embajada, lo que obligó a una convocatoria urgente del Congreso Nacional que eligió Presidente de la Republica en armas, a Francisco A. Caamaño Deño. 50 años después, la OEA, que había legalizado la ignominia de la invasión, pidió perdón al pueblo dominicano.

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