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MIRANDO POR EL RETROVISOR

Los riesgos del momento de fama o de ser tendencia

Recientemente se hizo viral en las redes sociales el video de una mujer que se quitó la ropa en un concierto de Ricardo Arjona, justo en el momento que el cantautor guatemalteco interpretaba su canción “Desnuda”.

La acción de la dama generó sin dudas lo que buscaba: Llamar la atención. Pero a qué precio, mostrarse tan desinhibida a cambio de ese momento de viralidad que tantos procuran ahora en las redes sociales, sin importar cómo lograrlo.

Los usuarios de redes sociales y otros recursos de internet suelen medir poco las consecuencias de sus actos en el mundo virtual, donde existe una inhibición casi generalizada al momento de colgar mensajes, videos o cualquier otro contenido.

Tanto es así que mensajes posteados por políticos en el pasado en redes sociales, especialmente en Twitter, han sido usados para poner en evidencia su incoherencia al momento de abordar temas de interés nacional.

Por eso con frecuencia vemos a políticos que antes cuestionaban las alzas en los precios de los combustibles -para solo citar un ejemplo- pero hoy las justifican.

Hay sexo explícito, poco importa lo que expresamos al momento de chatear, se practica el sexting sin tapujos y las amistades son admitidas sin antes pasarlas por un cedazo.

Particularmente recibo frecuentemente por mis redes sociales solicitudes de amistad de “mujeres” con una foto muy bonita en su perfil, pero cuando entras a su cuenta tienen pocas fotografías y escasa información personal.

Muchos incautos han sido víctimas de estafa y extorsiones por admitir esas “amistades” sin reparar que hay detrás de un perfil con cara bonita.

Los niños y niñas también están bajo constante riesgo por el llamado “online grooming” (acoso y abuso sexual virtual) al que apelan pedófilos para ganarse la confianza de sus víctimas menores de edad y lograr que les envíen material sexual. Cada día más niños y adolescentes también procuran la viralidad, con escasa o casi nula supervisión de sus padres.

Pero las secuelas negativas de esa falta de inhibición en el mundo virtual, pueden venir incluso del círculo más íntimo.

Hay parejas que tienen conversaciones muy subidas de tono por WhatsApp o que se han hecho fotografías y videos desnudas, pero una vez termina la relación una de ellas molesta por el rompimiento comparte todo ese contenido por redes sociales.

La persona lesionada casi nunca recurre a la vía judicial para reparar el daño, bajo el entendido de que en el país ese tipo de demandas no prosperan o porque además gran parte de la población ignora que existe una ley para sancionar crímenes y delitos de alta tecnología.

La experiencia sigue demostrando que hay que ser cada día más cauteloso al momento de chatear o compartir cualquier contenido en el mundo virtual.

El peligro acecha a cada instante, en un mundo cada día más interconectado y virtualmente desinhibido.

Hay que evaluar cuidadosamente con quiénes chateamos y a quiénes permitimos entrar a nuestro círculo de amigos virtuales.

La búsqueda de ese instante de fama o de convertirse en tendencia puede provocar un efecto totalmente contrario a lo que se pretende, con un daño que podría ser moralmente irreparable.

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