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Tribuna del Atlántico

Frenar esos rencores atrasados

La República Dominicana, ha disfrutado de un período relativamente largo de estabilidad democrática, que es mejor situar en 1978 ya que, el golpe de estado a Bosch y los atropellos de los 12 años, manchan esa parte de nuestra historia.

Por eso debemos estar alertas a todos los excesos que perturben la vida democrática, en momentos en que, desde la cima del poder político, el presidente Luis Abinader, ha dado, hasta ahora, señales evidentes de su bien cimentada vocación democrática, lo que no desdice un uniforme infelizmente puesto.

Es por eso que desde el gobierno se deben establecer sanciones ejemplares contra los miembros de la Digesett que el lunes atropellaron de forma insolente al Defensor del Pueblo y a los periodistas que le acompañaron en su visita al canodromo, en donde hay miles de vehículos de motor incautados por esa institución y que constituyen una muestra de las rémoras institucionales que persisten en nuestra democracia.

En el Otoño del Patriarca, uno de sus personajes dice: “Todavía hay quien tiene rencores atrasados”, una realidad que de tiempo en tiempo vemos en algunos sectores del poder político o militar del país, lejos, como estamos o deberíamos estar, del mítico Macondo.

Queda visto que más allá del cambio de nombre, en la Digesett, persiste la mentalidad troglodita que provocó múltiples quejas contra esa institución cuando se llamaba Autoridad Metropolitana de Transporte, Amet, y que puede haber influido en su cambio de nombre. El proceder atropellante no estaba en el nombre.

Que a estas alturas, se retengan cámaras y otros equipos a periodistas y, peor aún, que horas después no se hubieran retornado a sus medios, nos hacen pensar en acontecimientos recientes en Venezuela, Nicaragua y otros regímenes autoritarios de la región.

Y si bien esta no es una práctica nueva, recuerdo que siendo fotógrafo del periódico El Faro, allá por el 1992, fuimos enviados a documentar la retención irregular de una avioneta en Arroyo Barril, Samaná, en un viaje alucinante, en otra avioneta de la misma compañía, en la que se filtraba por la hendija de la puerta gotas de la lluvia que nos acompañó una parte del trayecto. Al llegar al referido aeropuerto y hacer fotos de la aeronave, el oficial a cargo de la seguridad nos arrebató la cámara, sacó el rollo y a mucho ruego aceptó devolver la vieja cámara Minolta SLR.

A estas alturas, 30 años después de esos acontecimientos y en plena época digital, la sociedad dominicana está en el deber de reaccionar, como lo ha hecho, ante una acción que no sólo atenta contra el debido respeto a la autoridad del Defensor del Pueblo, sino que atenta contra el ejercicio de la libertad de prensa, como indica el Listín Diario en su editorial del martes “es imperativo que el gobierno ordene una auditoría y una investigación profunda sobre el modus operandi de ese centro y la legitimidad de sus actos de incautación”.

Creo que es de Raúl Bartolomé la obra “Ya no están estos tiempos para trágicos finales de historia de amor”, parafraseando la misma hay que decir que ya no están estos tiempos para abusos de este calibre.

Hay que frenar esos rencores atrasados.

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