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PENSANDO

¿De qué vale?

¿De qué vale la escuela sin cultura de honestidad, moral y cívica? Cuando la inteligencia y la preparación cul­tural están al servicio del fraude, el resultado es una gran pérdida para la sociedad. La honradez es una reliquia del pasado y pareciera que quienes se empeñan en demostrarla, están condenados al fracaso. Es costumbre que en algunas culturas las ges­tiones vayan acompañadas de prebendas; pe­ro dependiendo del valor del regalo, o de las circunstancias en que se dé, podría empezar a borrarse la línea entre lo honesto y lo delicti­vo. Esta práctica es una cultura en los estados incapaces de imponer el orden público, y los que están sumidos en la pobreza extrema re­ciben la mayor presión, ya que el padre de fa­milia que se niega a engañar o a robar, se le ve como un fracasado. La falta de honradez se considera algo normal, necesario y aceptable; y es que lo deshonesto suele dar buenos re­sultados, por lo menos en los inicios. La ten­tación de ganar más dinero y tener más lujos surge en la oportunidad de obtener benefi­cios por medios poco éticos. Se llega a pensar que los actos fraudulentos no se consideran deshonestos; son capaces de conciliar esta contradicción. Me comentó una distinguida amiga jurista dominicana: “ojalá la esperanza de transparencia sea cumplida con base en el cambio de cultura de esta sociedad, que ma­nifiesta ambiciones desmedidas en la obten­ción de dinero, no importando los medios”. Compartimos ese pensamiento.

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