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EN SALUD, ARTE Y SOCIEDAD

A comer como pobres

Llegué tempra­no al consul­torio. Sólo dos pacientes antes que yo.

Había llamado a mi ami­go médico, entrañable des­de nuestros años mozos. La amistad puede comen­zar por motivos extraños. La nuestra consolidó a cau­sa de un ciempiés. Lo picó mientras regresábamos de cenar. Cuando su alarido prorrumpió en la noche y las malezas, me asusté hasta descubrir un quiló­podo huyendo y a él, per­siguiéndolo con un “co­lín”. Lo alcanzó y rebanó.

Regresamos al albergue del cual seríamos traslada­dos a residencias estudian­tiles. Permanecí con él, ayu­dándolo con lo único que podía: la compañía y dispo­sición a hacer lo que necesi­tara de mí. Mi insuficiencia era comprensible porque él era médico y de picaduras de escolopendras sabía más que yo.

Cuando llegó mi turno, me atendió de inmediato. Dame los resultados de los análisis, me solicitó.

Lo vi sumergirse en aquellos papeles, acucioso y meditativo. Finalmente extrajo su mirada de ellos y directamente me dijo: “Ig­nacio, debes comer como los pobres”.

Quizás de tanta salud estoy enfermando, me di­je.

Me prescribió una rosu­vastatina comercial para re­ducir el colesterol. El resto de la consulta fue recordar nuestras andanzas mozas.

Su consejo —comer co­mo los pobres—, lo retomo hoy. Como táctica ante el incremento imparable de la inflación.

Emulando a Descartes en su “Discurso del Méto­do”, no pretendo que los demás clase media imiten mi conducta haciendo lo que yo; créanme, sin em­bargo, como pobre comeré.

Aprovecharé que el Pre­sidente Abinader dispu­so legislar para despachar una política económica de ayudas sociales, eliminam­do impuestos y subsidiando las importaciones de bienes determinantes de los pre­cios internos, especialmen­te combustibles y materias primas imprescindibles pa­ra la producción agroindus­trial. Igual que el gobierno, deseo rehuir alzas desme­didas y, también, la especu­lación.

Un gobierno debe hacer lo que debe. Abinader es­cogió un sacrificio fiscal pa­ra propiciar el bienestar so­cial.

Ante “No afectar la pro­ducción local” que la opo­sición arguye, digo: No se carga la crisis derivada del conflicto ruso-ucraniano sobre los más desfavore­cidos.

Cualquier afectación se­ría temporal y poco signi­ficativa: las asociaciones agrícolas podrían importar.

Como Descartes, agre­go: No espero que imitéis esta decisión. Consumiré, sí, bienes favorecidos por la iniciativa presidencial.

Como Descartes también espero que muchos lo ha­gan, comiendo como po­bres para combatir la infla­ción. Difundir el Discurso evitando presentarnos con derecho a aconsejar. Sin conminar a alguien, come­ré como pobre.

Siguiendo la orientación de mi amigo médico, de­mandaré los productos de la canasta familiar que re­sulten más favorecidos por esas iniciativas, garantizan­do la calidad.

Comer como pobre de­vino, ahora, en urgente pa­triotismo. Acto altruista, también: solidaridad con los de clases medias y me­nores ingresos. El llamado es A comer como pobres.

A veces comer así es el único camino que la vida ofrece. Ahora también obli­ga la inflación.

Hace bien el Presidente Abinader despachando las medidas anunciadas el pa­sado lunes 7 de marzo.

Como pocas veces la cla­se media es objeto de polí­ticas públicas favorables, debe reconocer lo extraor­dinario y temporal de la actual coyuntura y, entre­tanto, comer como pobres. Alternativa existencial, por economía y por salud.

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