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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Mañana será cuaresma: abanique las brasas de su bautismo

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Amanecía en el Valle del Tetero. En la noche había­mos disfru­tado de un fuego de cam­pamento. ¡Ni las estrellas querían acostarse! Reíamos escuchando a un caminan­te, cuentista y compañero estelar, entonces estudiante de leyes en PUCMM. Toda­vía medio a oscuras yo ani­maba a los guías: -- ¡junten candela, hay que preparar el desayuno! –

-- Padre, no coja lucha. Debajo de esas cenizas, hay candela. --

Un guía rompió una ca­ja y con un gran pedazo de cartón, empezó a abani­car el centro de la hogue­ra, donde solo se veían ce­nizas. De pronto, ¡brotaron las llamas!

Las brasas de nuestro bau­tismo todavía arden en nues­tros corazones con el fuego del Espíritu. Nuestro bautis­mo nos sumergió en la pas­cua de Jesús de Nazaret, su paso de la muerte a la vida. La cuaresma abanica esas brasas con el ayuno, la limos­na y la oración.

Durante la Cuaresma, ayuna. Prívate de algo nece­sario como signo de que lo único que da vida es la Pala­bra de Dios. La renuncia de lo necesario, decidida res­ponsablemente, nos entrena para renunciar a lo que nos hace daño, aunque venga envuelto en papel de éxito, ventajas y gustos.

Antes de hacer cual­quier limosna, revisa la calidad de tu justicia en tus relaciones, especial­mente con personas de es­casos recursos. Mejor ser justo el año entero, que andar “aguinaldeando” en navidades. Asóciate a tu parroquia con la limosna. Entérate de los proyectos de solidaridad de tu co­munidad y hazte presente de manera generosa. Con­sidera hacer limosna de tu tiempo encargándote temporalmente de alguna tarea parroquial. Capacita a los sucesores de tu tra­bajo. Con tu talento sirve de voluntaria. Que tu cua­resma sea tiempo de ora­ción y tu oración empiece por escuchar la Palabra de Dios en lo profundo de tu corazón. La gran petición que el Señor le hace al pueblo de Israel en su largo caminar por el desierto de la vida es: ¡escu­cha! Escucha y descubrirás, que antes de que tú ores, ya el Señor te reza a ti para invitarte a pasar de la muerte a la vida nueva con Jesús.

No ores de cara a la gente, cosecharás ceniza de aplau­sos. Ora de cara al Padre en el silencio o el escándalo de­bajo de una luz roja: “y tu Padre que ve lo escondido, te recompensará”.

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