PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA
Mañana será cuaresma: abanique las brasas de su bautismo
Amanecía en el Valle del Tetero. En la noche habíamos disfrutado de un fuego de campamento. ¡Ni las estrellas querían acostarse! Reíamos escuchando a un caminante, cuentista y compañero estelar, entonces estudiante de leyes en PUCMM. Todavía medio a oscuras yo animaba a los guías: -- ¡junten candela, hay que preparar el desayuno! –
-- Padre, no coja lucha. Debajo de esas cenizas, hay candela. --
Un guía rompió una caja y con un gran pedazo de cartón, empezó a abanicar el centro de la hoguera, donde solo se veían cenizas. De pronto, ¡brotaron las llamas!
Las brasas de nuestro bautismo todavía arden en nuestros corazones con el fuego del Espíritu. Nuestro bautismo nos sumergió en la pascua de Jesús de Nazaret, su paso de la muerte a la vida. La cuaresma abanica esas brasas con el ayuno, la limosna y la oración.
Durante la Cuaresma, ayuna. Prívate de algo necesario como signo de que lo único que da vida es la Palabra de Dios. La renuncia de lo necesario, decidida responsablemente, nos entrena para renunciar a lo que nos hace daño, aunque venga envuelto en papel de éxito, ventajas y gustos.
Antes de hacer cualquier limosna, revisa la calidad de tu justicia en tus relaciones, especialmente con personas de escasos recursos. Mejor ser justo el año entero, que andar “aguinaldeando” en navidades. Asóciate a tu parroquia con la limosna. Entérate de los proyectos de solidaridad de tu comunidad y hazte presente de manera generosa. Considera hacer limosna de tu tiempo encargándote temporalmente de alguna tarea parroquial. Capacita a los sucesores de tu trabajo. Con tu talento sirve de voluntaria. Que tu cuaresma sea tiempo de oración y tu oración empiece por escuchar la Palabra de Dios en lo profundo de tu corazón. La gran petición que el Señor le hace al pueblo de Israel en su largo caminar por el desierto de la vida es: ¡escucha! Escucha y descubrirás, que antes de que tú ores, ya el Señor te reza a ti para invitarte a pasar de la muerte a la vida nueva con Jesús.
No ores de cara a la gente, cosecharás ceniza de aplausos. Ora de cara al Padre en el silencio o el escándalo debajo de una luz roja: “y tu Padre que ve lo escondido, te recompensará”.