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COLABORACIÓN

La mirada en los buenos deseos

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VÍCTOR CORCOBA HERREROSanto Domingo

En estos primeros días del año, don­de todos fijamos la mirada en los buenos deseos, in­jertados de esperanza, será fruc­tífero que nos abramos a la ver­dad, bajo el lenguaje del sincero diálogo, la reconciliación y la so­lidaridad. Por tanto, comence­mos volviendo nuestra contem­plativa hacia nosotros mismos, pongamos voluntad en los au­ténticos quehaceres cotidianos, que lo substancial en esta vida es trabajar el corazón, dar asisten­cia y existencia a nuestros im­pulsos. Lo armónico es un abe­cedario que se conquista desde nuestro propio interior. Deje­mos, pues, de torturarnos unos a otros. Ha llegado el momen­to de renovarse como humani­dad, de ahondar en los vínculos, de fraternizar las poblaciones, más allá de las controversias que puedan surgir. Nunca es tarde para reconducirnos y vernos en el que camina a nuestro lado, al que siempre hemos de soco­rrer, porque estamos aquí para auxiliarnos y crecernos mutua­mente. Está visto, que los bue­nos deseos siempre convencen al espíritu y vencen a la descon­fianza.

Intentemos, por consiguien­te, desterrar esas contiendas in­útiles, que conllevan una ola de sufrimientos absurdos, ca­si siempre en los más débiles, con denegación del acceso hu­manitario. No podemos con­tinuar empedrándonos de vi­cios, enlosándonos de violencia, pavimentándonos de odios y venganzas. Activemos otras in­quietudes más nobles, aunque los deseos se tornen súplicas, pe­ro son tantos los sentimientos de congoja, que no puedo por me­nos de manifestar mi gran pre­ocupación y mi dolor por tanta inhumanidad sembrada en los últimos tiempos.

Lo perverso nos domina, y esto al fin, acaba deshumani­zándonos por completo. Vacu­nar al 40% de la población era posible y fallamos, -nos lo re­cuerda la ONU-, una vergüenza que cuesta vidas y mutaciones del virus. Desde luego, y para afrontar la lucha precisamen­te de esta y futuras pandemias, se requiere otro espíritu más co­operante y respetuoso con el va­lor de la persona humana, la co­lumna que ha de sostenernos y sustentarnos. Tanto es así, que forma parte de la sanación, la aspiración a ser sanado como humanidad. Por si fuera poco, el padecimiento, cada día el oleaje de padres abusivos se acrecien­ta también, quedando despro­tegidos los niños. Junto a este huracán salvaje, son muchos los que caminan atemorizados por la incertidumbre y agobiados por la crueldad de hechos des­humanizadores. Descubrimos, igualmente, que los hombres migrantes son sometidos a tra­bajos forzados y violencia física, mientras que las mujeres están más expuestas a la violencia sexual. En consecuencia, to­dos los géneros pueden sufrir un trato degradante y desola­dor. Esto es bárbaro, máxime en una época en la que tanto se habla de derechos huma­nos; y, en muchas ocasiones, su defensa no pasa de las me­ras palabras fáciles.

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