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TRIBUNA DEL ATLÁNTICO

Punta Catalina y un choque de sazones

La sociedad actual se parece mucho a esos lugares en los que se juntan personas con vehículos preparados con muchas bocinas, para simplemente exhibir sus portentos o competir entre sí, al pasar junto a ellos nos llegan tantos sonidos distintos que producen el efecto de eso que los dominicanos llamamos, “un choque de sazones”, auditivo, en este caso.

El ritmo frenético de la conversación que se da en las múltiples redes sociales, los medios tradicionales y la vida misma, nos deja esa misma sensación.

No es extraño entonces que algunos temas alcancen rápidamente los decibeles de una ruidosa pelea de gallera como ahora con el tema de Punta Catalina, un verdadero choque de sazones de opinión. “Cosa más grande en la vida, chico”. Diría Tres Patines.

Tal vez por eso, el presidente Luis Abinader pareció perder su tradicional compostura al responder a los cuestionamientos sobre el fideicomiso de Punta Catalina, hasta el punto de incurrir en el yerro de decir que no es un contrato, lo que se remitió al Congreso con su firma, como contrato, proyectando un talante que no es el mejor, contrario además a su demostrada vocación democrática.

En primer lugar, porque en el diseño democrático, la oposición tiene que jugar su rol, que uno espera que siempre sea sensato y racional, pero que es ese, de oposición, independientemente de qué tan cuestionados están esos opositores.

En segundo lugar, porque ni la credibilidad que puedan tener las iniciativas fiduciarias, ni la transparencia con la que, hasta ahora, se va manejando la administración actual, impiden que se le cuestione. Tampoco el argumento de que como el presidente ha demostrado no tolerar indelicadezas, haya que suponer la santidad de todas las acciones de su gobierno.

Algunas cosas van quedando claras de la ruidosa discusión, y una es, que no contamos con toda la instrumentación legal para el manejo de los fideicomisos públicos y que es necesario abocarse a la creación de esas normas legales para garantizar que mañana, lo que hoy parece la tabla salvadora de la República, no se convierta en un nuevo dolor de cabezas.

La economista Germania Montas en Twitter, puso de relieve algunos de estos puntos, en el tuit 14/17 dice: “Existe una cláusula respecto al fideicomitente adherente que permite agregar otro fideicomitente; aunque tampoco existe regulación al respecto de este aspecto más allá del contrato constitutivo del fideicomiso, si se produjera sería una forma de capitalización”.

Es decir que se abre la puerta de una nueva forma de privatización con el ingreso de capitales a través de la figura del adherente.

Cuando Barack Obama sometió lo que se conoce como Obamacare, a pesar del beneficio colectivo que la misma significaba, debió enfrentar una férrea oposición y transar aspectos de la legislación para hacerla viable. Esa es la base del juego democrático.

La democracia se construye con los puntos de convergencia entre posiciones disímiles. Es la esencia de su valor sobre otras formas de gobierno.

El contrato fiduciario de Punta Catalina corresponde al interés nacional y debe ser analizado con lupa, que no nos salte ningún “maco” de ahí, nos compete a todos.

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