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FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO

La amenaza por la violencia

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JOSÉ PASTOR RAMÍREZSanto Domingo

La violencia es una realidad que está pre­sente en todos los estratos so­ciales: asociaciones, grupos políticos, sindicatos, ambien­te laboral, familia, e inclu­so, en los grupos religiosos. A ella no escapa nada ni na­die porque es un componen­te que se consume en el sis­tema familiar de origen. Es penoso leer y escuchar titu­lares que testifican las conse­cuencias de este flagelo en la convivencia humana.

En diciembre de 2019, la profesora e investigadora de INTEC, Berenice Pacheco-Salazar, presentó los resul­tados de un estudio crítico de la situación de la violen­cia en las escuelas, un docu­mento digno de hacerlo ob­jeto de análisis por parte de los padres y docentes. Dice ella: “los niveles de violencia que se viven en las escuelas de República Dominicana ponen en riesgo la calidad de la educación que reciben los niños, las niñas y los ado­lescentes, así como la convi­vencia entre estudiantes y docentes, pues sus manifes­taciones están recubiertas por una alta tolerancia cul­tural”.

Lo señalado por la inves­tigadora es una realidad que exige del compromiso de to­das las instituciones nacio­nales para combatirla. El gobierno, las iglesias, las aso­ciaciones, los empresarios, la escuela, las asociaciones de padres y madres de la escue­la han de asumir el protago­nismo para ir en ayuda de la familia. Una de las responsa­bilidades de todo gobernan­te es asegurar la paz, la bue­na convivencia y la calidad de la educación del pueblo.

Toda escuela ha de con­tar con un departamento de prevención de la violencia, constituido por psicólogos, trabajadores sociales y mé­dicos. En los barrios urge la creación de centros de pre­vención de la violencia. Tales instancias podrían ser lidera­das por el Ministerio de la Fa­milia en alianza con el Poder Judicial y las iglesias.

Como parte de la preven­ción de la violencia es fun­damental la alfabetización emocional de todos los in­tegrantes de la sociedad: los educandos, los docentes, de los padres y el pueblo en ge­neral. Cuando una persona sabe identificar sus emocio­nes puede también desarro­llar la capacidad para con­trolarlas y evitar daños a terceros. El manejo adecua­do de las emociones y de los sentimientos es un indicador de que se posee inteligencia emocional. Hay que educar y entrenar para hacer uso de la mediación en las relacio­nes humanas. Diera la im­presión de que un alto por­centaje de ciudadanos acude a la violencia como el único recurso para ventilar dife­rencias.

No es suficiente limi­tarse a lamentar los efec­tos desastrosos que está originando la violencia en nuestra sociedad, se necesi­tan acciones concretas pa­ra prevenirla, remediarla y ayudar a formar ciudada­nos con una mentalidad de compromiso hacia la paz, las buenas relaciones y la mediación

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