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TRIBUNA DEL ATLÁNTICO

Hipotecar la vida por una quimera o la muerte

Será necesario consultar lingüistas o exegetas para saber cuando fue, en qué momento de la historia de las palabras, fue que el término quimera, dejó de referirse sólo al “monstruo imaginario que vomitaba llamas y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón”, para denominar también “aquello que se propone a la imaginación como verdadero, no siéndolo”.

En el imaginario colectivo, alcanzar la realización personal gracias a la posibilidad de emigrar a los Estados Unidos, ocupa un lugar de primacía, allí donde hace tiempo los dólares no se consiguen en las ramas de los árboles, pero que sigue siendo para muchos la única oportunidad de ver realizado sus sueños de una mejor vida.

Esa nación de migrantes, sigue siendo para muchos la tierra de promoción, el Israel del bienestar económico, trabajo duro, eso sí, y poder enviar dólares ya no por money orders, sino por remesas que se buscan en las oficinas o que llegan directas a las casas, una maleta llena de polo shirts y jeans a la moda cada uno o dos años, un tanque transportado a precio de “ganga” a veces fiado, por el “shipping” de la esquina y la esperanza de poder retirarse en unos años, con casa, carro y las infaltables cadenas.

El primer camino es la “Visa para un sueño”, a la que ya cantó Juan Luis Guerra, temprano en su carrera, pero que a pesar de que la embajada de los Estados Unidos en nuestro país es una de las que más visas procesa en el hemisferio, no alcanzan para todos los que sueñan con hacer fortuna en New York, New Jersey, Boston o cualquier otro estado de la unión americana.

Aún sin recuperarnos del último naufragio y sin estadísticas confiables que nos digan, a estas alturas, desde la revolución de abril para acá, pongamos la intervención del 65 como referencia arbitraria. ¿Cuántos dominicanos y dominicanas han perdido la vida intentando llegar en yola a Puerto Rico? Una nueva desgracia, un contenedor que se accidenta en México nos trae el drama de al menos 7 muertos, intentando llegar a la realización del sueño, una quimera para tantos y una realidad para pocos.

Deyanira Polanco y José Dicen, cuentan para el Listín y sus lectores las desgarradoras escenas que vive hoy Baní, mismas que se han repetido y se repetirán una y otra vez en diferentes puntos de la República intentando coronar, en el mejor sentido, el sueño de bienestar de tanta gente.

Hasta 22 mil dólares cuesta comprar esa muerte vestida de redención, ¿cuántos pequeños negocios no pueden intentarse con ese pequeño capital inicial? Se podrá argumentar, con razón, que es mucho más fácil conseguir el préstamo, cargado de usura, para hacer el viaje que para poner un negocio, pero en estas historias hay también el testimonio de sacrificio de meses de ahorro. para poder alcanzar la meta, lo que nos dice que hacen falta enormes esfuerzos para sembrar en la gente la esperanza de poder alcanzar el bienestar aquí, con la obra de sus manos, sin tener que llenar la casa de luto y dolor en aras de alcanzar, “el vellocino de oro de la conquista”.

Algo hay que hacer para reducir esta estela de dolor y muerte.

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