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EMPEZÓ HAINA A MOLER

La sumisión química, un delito

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Aliany ConcepciónSanto Domingo

Una noche cualquiera quedas con amigos, amigas, conocidos, a bailar, compartir, disfrutar, te ríes, conversaciones eternas, interesantes. Hasta que en ese grupo de confort está el maleante de turno, ese que se hace pasar por tu amigo, o puede que incluso lo sea, pero se deja llevar por la presión social de sus hermanos de batallas o también puede que sea un desconocido que está en ese lugar y que ya nada más llegar te observa y decide que serás su próxima víctima, con su única arma de seducción, la escopolamina, más conocida como la burundanga.

Se acerca a ti como cordero manso y como un profesional en la materia pone en tu bebida la dichosa droga, aquella que te anula pasado unos minutos de ser ingerida, la que te pone sumisa y obedeces órdenes sin ser consciente.

¿Qué necesidad de llevarnos a la cama así de esa manera? ¿Acaso no es lo suficientemente interesante para tener una noche contigo? Definitivamente no, porque utilizar este método con la finalidad de violarnos es de mediocres, de enfermos sexuales, de infelices que sólo de esa forma pueden tener una noche de placer, porque son tan despreciables que ni pasadas de tragos nos acostamos con ellos, son unas ratas humanas.

La escopolamina también se utiliza para ejecutar robos, homicidios, incapacitación de personas mayores, enfermos o niños.

Dependiendo de cómo llega a nuestro organismo, existen diferentes tipos de sumisión química, puede ser ingerida por vía oral, absorbida por vía cutánea y también inhalada.

Es una droga perteneciente al grupo de alcaloides tropánico, teniendo efectos alucinógenos, afectaciones cognitivas, confusión, sumisión, sueño, hipertensión y en algunas ocasiones provocar la muerte por parada cardiorrespiratoria.

En nuestro sistema nervioso dicha sustancia dificulta el buen funcionamiento de las conexiones neuronales con el resultado de un mal funcionamiento en los neurotransmisores, como por ejemplo la serotonina, distorsionando la realidad, incluso suprime su producción y los bloquea, y esta es la razón por la cual nuestra voluntad queda anulada.

¿Te imaginas en una situación así? Que una noche de diversión sana se convierta en una noche olvidada, sin saber quién te violó, quienes, si realizaron videos, si estas en las redes o en los móviles de estos delincuentes.

Tenemos que dar información, realizar campañas de prevención y concientizar a la población sobre la existencia de este tipo de drogas, porque no sólo es la burundanga, son muchas más como por ejemplo; GHB, ketamina y benzodiacepinas.

Esta práctica está más extendida de lo que pensamos, especialmente en colectivos más vulnerables como pueden ser los jóvenes y los ancianos, pero al ser tan difícil la detección por la rápida eliminación, pues se queda en eso, en el olvido.

El testimonio de una víctima de esa droga es desgarrador: “Al principio veía y sentía todo lo que me realizaban, gritaba por dentro pero mi voz no salía porque estaba anulada. Y de repente ya no supe de mí. Terminé tirada a la orilla de la playa más cercana, sola y sin recuerdos".

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