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EN SALUD, ARTE Y SOCIEDAD

“Dominicana creativa”, aporte al desarrollo de las industrias culturales

Desde finales de los años setenta del siglo XX, surgieron, en el entorno disciplinar económico italiano, preguntas sobre el precio de un bien cuya formación de precio-valor retaba todo entendimiento y lógica casuística.

Uno de los más exitosos empresarios dominicanos, al llevarle en los ochenta la invitación a participar en la revista Contemporanía, me preguntó: ¿Por qué una obra de arte cuesta tanto? Para mí, determinar el precio de los bienes y servicios que produzco y ofrezco —me decía— responde a variables tangibles como costo de producción, al que ingresan insumos y los aspectos tecnológicos, financieros, humanos y operativos, los impuestos y la perspectiva de rentabilidad y otros.

Entendí entonces que debía tener una hoja de cálculo —poco común en la época— donde otorgaba valor a esas variables para, análogamente, “operacionarlas”, fijando el precio de sus bienes y servicios.

Otro factor incidente en el precio es la competencia. Obliga —o permite— ajustarlo hacia abajo o hacia arriba, definiendo la estructura y calidad de la oferta final y sus oportunidades en un mercado —recalcó.

El arte, sin embargo, violenta, si se quiere, tales “determinantes”. A los economistas interesados en el tema entonces esto les resultó rápidamente claro, por la evolución de los precios del arte para autores, obras y períodos específicos registrados en unas subastas cuyos resultados empezaron a ser noticia.

Desde el enfoque económico, de la Economía de la Cultura y del arte, se pasó a otro más laxo: Economía de las industrias creativas, y finalmente se le asignó un color: naranja.

Es que en sus estudios, los especialistas se percataron del fuerte impacto de la creatividad en las economías. Tres factores impulsan toda acción emprendedora: la pasión/vocación, la creatividad y la responsabilidad social.

Hoy, las tecnologías de la información y del conocimiento (TICs) permiten cuantificar y transparentar este andamiaje e incidencia y, al fin, viene quedando claro que las artes, como técnicas y resultado cultural que también modela las opciones culturales venideras, han humanizado los productos y servicios industriales: reduciéndolos o vinculándolos a los sentidos, paradigmas, preferencias, necesidades y credos socio-humanos.

Desde la antigüedad y la irrupción de los primeros artefactos, las artes intervinieron, manipulando su presentación hacia el estilo dominante. El clasicismo moldeó la Revolución Industrial. El Art-nouveau y la Bauhaus fueron las primeras iniciativas de economía naranja conscientes de su carácter artístico industrial. El 2K exigió rediseñar empaques y productos a nivel global. El embellecimiento estético se entiende obligatorio para socializar productos industriales, hallazgos científicos y aplicaciones tecnológicas. La creatividad (innovación estética + funcionalidad incrementada) define la otra cara de la moneda del confort. También la comprensión/aceptación de discursos mediáticos y disciplinares. Internet medra en nuestra necesidad gregaria. Súbitamente “descubrimos” el rol de la creatividad en el desarrollo: en el dilema éxito/fracaso de las iniciativas. Que existen, en las economías, innúmeras actividades vinculadas a ella.

El Popular enfocó estas industrias y anoche despachó una importante iniciativa multimedia: “Dominicana Creativa”. Incluye un libro que recopila ensayos sobre las disciplinas y sub industrias de la economía naranja nacionales.

Hito a todas luces oportuno.

Dispositivos disponibles digitalmente en el sitio institucional.

A leerlos. Estudiarlos. Comentarlos.

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