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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Hitler y Stalin, plumajes diferentes, picos igualitos

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Uno compren­derá mejor los inicios de la Segunda Guerra Mun­dial si recuerda que Hitler y Stalin fueron estrechos co­laboradores, especialmente entre agosto de 1939 y ju­nio de 1941.

Hitler rechazó el marxismo, el materialismo y el totalitaris­mo burocrático. Su Estado no adoptó la misma forma que el comunismo ruso, pero el na­cionalsocialismo tenía parale­lismo con el comunismo ruso, en una medida mucho mayor, que su parentesco con el fas­cismo. Stanley Payne (1980) elaboró una lista de los pareci­dos. Resalto siete.

Destaquemos primero que tanto el nacionalsocialismo como el comunismo nacional ruso se fundaron sobre una teoría de la acción revolucio­naria, según la cual el éxito en la práctica daba validez a la innovación ideológica. Es­to se vio claro a medida que la Unión Soviética fue aban­donado gradualmente impor­tantes aspectos de la teoría marxista tradicional.

El Nazismo y el comunismo se cimentaron sobre las doctri­nas revolucionarias de la “lu­cha constante”.

Un tercer aspecto les acer­ca: ambos profesaron un eli­tismo rígido y el principio de la jefatura: era nacionalsocia­lista quien siguiera a Hitler; un bolchevique no era necesaria­mente un marxista, sino quien obedeciera a Lenin. Este culto ciego, arrodillado y personalis­ta mutó en variante caribeña.

Cuarto, ambos construye­ron una dictadura unipartidis­ta independiente de cualquier clase determinada.

Quinto, Lenin, Trotsky y Hitler atribuyeron gran im­portancia no sólo a una milicia política (que era cada vez más frecuente a fines del siglo XIX y principios del XX), sino a un partido-ejército, con un ejér­cito regular controlado por el partido. Ya en 1943, Hitler había empezado a introducir “oficiales incondicionales” en el ejército regular, como equi­valentes de los comisarios so­viéticos.

En sexto lugar, Hitler y Sta­lin valoraron la autarquía y una intensa militarización, aunque la ausencia en Alema­nia de un sistema y una eco­nomía de burocracia estatal autoritaria hizo que esto se im­plementara de una forma no tan completa como en Rusia.

Séptimo, comunismo y na­cionalsocialismo alcanzaron una proyección internacional. Su nuevo mito ideológico em­pujó hacia un lado a las orto­doxias imperantes y fue capaz de obtener una respuesta in­ternacional nada desdeñable. Las variantes de la ideología nazi y de la fascista constitu­yeron las últimas innovacio­nes ideológicas notables del mundo moderno después del marxismo. Payne escribió: “el nacionalsocialismo hitleriano tenía más paralelismo con el comunismo ruso que con nin­gún otro sistema no comunis­ta.” (Stanley G. Payne, 1980, El fascismo).

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