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EL BULEVAR DE LA VIDA

Haití y RD: Atrapados sin salida

Los haitianos en su territorio y los dominicanos en el nuestro, estamos atrapados sin salida, “solos como los puertos al al­ba”, (p.n); francamente solos, “como el pasillo de un tren de madrugada”, (j.s.), en este matrimonio sin divorcio y sin derecho a olvido que une a nuestros países.

El asunto, que ya era de extrema grave­dad, pasó de castaño a oscuro cuando el subsecretario de Estado norteamericano para la Lucha contra el Narcotráfico, Todd D. Robinson anunció sin que nadie le pre­guntara y para que lo escuchara toda la is­la La Hispaniola, que la comunidad inter­nacional no irá “al rescate de Haití ante la grave crisis de seguridad que vive la nación caribeña, entre otras razones por el auge de las bandas armadas que controlan ya gran parte del territorio haitiano”.

Según el muy correcto vocero estado­unidense, -con buenos y comunes amigos en nuestro país-, la seguridad en Haití es cosa del Gobierno caribeño y no de la co­munidad internacional. !Si algo puede em­peorar, por qué entonces va a mejorar!

Las declaraciones del vocero del “Big Brother” echaron por la borda todas las buenas iniciativas que a lo interno de la OEA viene planteando el representante do­minicano y actual presidente del Consejo Permanente del organismo, el embajador Josué Fiallo. Y es que, conocida la manera imperial como trata EE. UU. a los organis­mos internacionales que de él dependen, pocas esperanzas podemos albergar los do­minicanos de que vaya la comunidad inter­nacional a enviarnos una señal de que “Re­pública Dominicana no será la solución al problema haitiano”. Lo siento, señor Pre­sidente.

Lamentablemente, todo parece indi­car que la arrogancia imperial de los seño­res del áspero norte no le permiten ver lo que para su seguridad puede representar el caos generalizado, la anomia final que sig­nificaría que Haití cayera definitiva y total­mente, con ocupación palaciega incluida, en las manos de bandas del crimen orga­nizado y, por lo mismo, al servicio de cual­quier otra potencia del mundo que pueda comprarlas. !Maquiavelo, como los amores que matan, nunca muere!

Por todo esto, uno sigue pensando que todo esfuerzo es poco cuando se habla de proteger la frontera de la invasión. !Pe­ro, cuidado! No hablo de la invasión de bandas paramilitares a las que no les in­teresa acceder a un territorio que no pue­den controlar, ni la de un ejercito regular que ni existe, no. Hablo de la invasión del hambre.

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