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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Nazismo y fascismo

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Stanley G. Pay­ne (1980) se­ñaló estas diferencias funda­mentales entre los movimientos nazi y fascis­ta. Primero, la ideología hit­leriana se basó en la raza, la del fascismo en el naciona­lismo en el sentido político y cultural. Hitler tendía a las polarizaciones estilo “blanco o negro”; el fascismo fue más sincrético. Mussolini insis­tía en que el fascismo incor­poraba aspectos del libera­lismo, el conservadurismo y el socialismo en una síntesis más elevada; Hitler rechazó de manera revolucionaria las doctrinas rivales. Todos los que visten la camiseta re­volucionaria aspiran a crear un “hombre nuevo”. El de los nacionalsocialistas sería un nuevo producto biológi­co, además de cultural; Mus­solini esperaba resucitar las glorias de la Roma imperial intensificando la enseñanza del fascismo en las escuelas.

Encontramos una segun­da diferencia en la manera de estructurarse el Estado. El de Mussolini siguió siendo en gran medida formalmente un Estado de derecho con semi pluralismo. Esto limitó mucho los cambios que pudo imple­mentar “il Duce”. El Estado de Hitler fue una compleja dicta­dura unipersonal que fomen­taba la hostilidad entre sus in­condicionales.

En tercer lugar, el NSDAP de Hitler, desempeñó un pa­pel mucho más importan­te que el PNF de Mussolini. En la Alemania de Hitler fue surgiendo una dualidad de poderes: el partido y el Es­tado. Hitler tendió a impul­sar cada vez más el poder del partido. El PNF italiano, en cambio, no gozaba más que de una autonomía, muy limitada, amarrado a una burocracia estatal. Dentro del régimen de Mussolini el Gran Consejo Fascista logró conservar un cierto nivel de autonomía formal que even­tualmente empleó para de­poner a Mussolini.

Cuarto, el antisemitismo en su forma más extrema era consustancial al nacio­nalsocialismo. En cambio, el fascismo italiano no era ra­cista más que en el sentido convencional de principios del siglo XX en Europa. Las garras antisemitas tardaron dos décadas en crecerle. En los comienzos del fascismo, los judíos tuvieron un papel desproporcionado en rela­ción con su número en la so­ciedad italiana.

Finalmente, la política ex­terior de Hitler transcendió los objetivos expansionistas e imperialistas tradicionales de Alemania al intentar una restructuración racial revo­lucionaria de Europa. Las as­piraciones de Mussolini per­manecieron en gran medida en la órbita de la política na­cional/imperialista italiana tradicional, cuyo objetivo era la expansión colonial y la ex­ploración de conflictos limi­tados dentro de la zona del Mediterráneo (resumo, El Fascismo, 111 – 115).

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