Opinión

MIRANDO POR EL RETROVISOR

El hartazgo de la Seguridad Social

Hay temas sobre los que uno como comunicador quisiera dejar de escribir.

Pienso que igual ocurre con otros colegas que se han convertido en abanderados de determinadas causas sociales, especialmente cuando se trata de sectores sin la abogacía tan indispensable para generar cambios.

La necesidad de modificar la Ley 87-01 que crea el Sistema Dominicano de Seguridad Social es uno de tantos temas tan recurrentes, que a veces pienso, cuando lo abordo, si canso a los lectores con la misma cantaleta.

Pero luego llegan esas experiencias tan dolorosas que te obligan a retomarlo con la esperanza renacida de no ser, como el predicador Juan el Bautista, la voz de uno que clama en el desierto tratando de enderezar caminos.

Creo que en otras ocasiones he planteado la impotencia que me genera ver a pacientes que requieren un tratamiento, una costosa operación o que enfrentan una enfermedad catastrófica, apelando a la solidaridad pública o a que un medio de comunicación se haga eco de su historia para despertar la sensibilidad ciudadana y de las autoridades.

Por cada persona “privilegiada” que al contar su triste realidad a través de un medio de comunicación logra la anhelada atención social en su imperiosa búsqueda de la salud perdida, hay cientos que caen aniquilados en el anonimato por una seguridad social injusta y excluyente.

Esa amarga realidad la viví recientemente con el caso de un niño de apenas 11 años, sobre quien ni siquiera tuve tiempo de plasmar sus anhelos de recuperar la salud, en un escrito que les permitiera a sus padres lograr la cirugía que tan apremiantemente procuraban para su hijo.

Seis días entre el primer contacto con una persona que me solicitó apoyo mediante una entrevista, la primera conversación vía telefónica con la madre para afinar detalles, la espera de un presupuesto para tener una petición concreta en metálico y el desenlace fatal.

Plasmar aquí argumentos que he esgrimido en anteriores artículos sobre la urgente necesidad de modificar la ley de marras para convertirla en más humana e inclusiva, aparenta ser un ejercicio inútil, pero inevitable.

Como planteó el escritor y médico argentino José Ingenieros en su obra “El hombre mediocre”, hay que mantener viva esa inquietud de perseguir ávidamente alguna quimera y de poner la proa visionaria hacia una estrella.

La modificación de esa legislación no admite más demoras en un país que en el artículo 7 de su constitución se declara como un Estado Social y Democrático de Derecho, fundado en el respeto de la dignidad humana y los derechos fundamentales.

Y la puntual asistencia en salud, sin la necesidad de mendigarla, es uno de los más sagrados derechos del ser humano.

Como apunta también Ingenieros en la citada obra: “Hay climas, horas y momentos en que los ideales se murmuran apenas o se callan”.

En el caso de la Ley 87-01 de Seguridad Social no podemos cansarnos de pedir a gritos su modificación inaplazable, aun a fuerza de provocar hartazgo y de que el reclamo sea como llover sobre mojado.

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