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Rol de la “comunidad internacional” y la necesidad de su asunción

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José Manuel Arias M.Santo Domingo

A través de los años hemos podido apreciar que principalmente ante situaciones de crisis de diversos órdenes es cuando se acude a la “comunidad internacional” por parte de los diferentes Estados pertenecientes a la misma, lo que se hace precisamente con la finalidad no sólo de “influir sobre la opinión pública”, sino y sobre todo de “obtener el apoyo para una acción política en reacción a un acontecimiento preciso”.

Eso no ha sido la excepción en estos momentos que se viven en el vecino país de Haití por parte del gobierno dominicano, cuyo Estado es quien carga con las consecuencias de la inestabilidad que allí se vive y que ha tenido que pedir la intervención de la “comunidad internacional” para que vuelque su mirada ante la grave situación existente sin que hasta ahora se vea una reacción en términos concretos.

En este escenario se configura una “comunidad internacional” más en términos teóricos que prácticos, pues pese a que indudablemente los estados han hecho esfuerzos por profundizar en el derecho internacional a través de la firma de acuerdos, pactos, tratados y convenciones diversas, los objetivos perseguidos no han sido logrados, lo que queda al desnudo sobre todo cuando se hace necesario que esa “comunidad internacional” juegue su rol.

Pero resulta que, definitivamente, para que haya una comunidad internacional más allá de las formalidades, existen retos que afrontar como lo es la instauración de una comunidad de intereses entre todos los miembros de esa comunidad y el establecimiento de instituciones comunes.

Así las cosas es preciso que la opinión pública de todos los países del mundo unifiquen criterios en aras de coadyuvar a que esa “comunidad internacional” asuma su responsabilidad jugando un papel activo en el terreno de los hechos, fijando posiciones claras ante situaciones concretas innegables que dibujan un panorama permeado y dominado por la violencia y el caos, con la consiguiente amenaza que para todos representa.

Ante esos retos a la vista de todos esa “comunidad internacional” está hoy más que nunca compelida a jugar su rol, pues de no asumirlo habría entonces que admitir que ciertamente esta “no constituye nada tangible en sí misma, a pesar del uso a veces excesivo que los medios de comunicación, los dirigentes políticos y el público en general hacen de este término”.

De ser el caso entonces los objetivos propuestos y que fueron los que dieron origen a la misma están lejos de lograrse, y siendo esta una “comunidad jurídica fundada en la protección de intereses y valores colectivos esenciales compartidos por el conjunto de sus sujetos, que pretende la realización solidaria de un orden público internacional en virtud del reconocimiento en su seno de normas de derecho imperativo”, si la misma no vela por estos intereses y le da vida a esos valores no tendría razón de ser. No obstante, lejos de promover su desaparición de lo que se trata es más bien de incentivar para que la misma se relance y pueda lograr sus propósitos.

Si bien desde 1874 se inició ese proceso con la creación de la Unión Générale des Postes que posteriormente pasaría a llamarse Unión Postal Mundial, esta había pasado prácticamente inadvertida por la razón de que para sus actividades no requería de acuerdos de carácter global; cosa muy distinta ha ocurrido años posteriores, sobre todo a raíz de grandes conflagraciones internacionales.

Fue así como “la devastación provocada por la Primera Guerra Mundial puso de relieve la necesidad de una mayor cooperación internacional en el tema del mantenimiento de la paz, lo que condujo al establecimiento de la Liga de Naciones”, objetivo que en realidad resulta cuestionable en la actualidad, pues podemos ver al día de hoy que ese es un proceso inconcluso que cobra mayor evidencia cuando se presenta una crisis determinada.

Mayor evidencia de la debilidad de esa llamada “comunidad internacional” no puede haber en estos momentos respecto a la crisis haitiana que impacta prácticamente en todas las esferas de la vida de ese país, sin que se tomen acciones concretas, sino que se sigue dando la espalda a un país que como la República Dominicana ha cargado sobre sus hombros el peso de la inestabilidad que se vive en la que ayer fuera una colonia próspera y que como tal llamaba la atención de grandes naciones que hoy de manera irresponsable e insensible se hacen de la vista gorda ante una terrible situación de consecuencias quizás aún no previstas.

Esa denominada “comunidad internacional” a la que se clama sin resultado alguno opera como una especie de “salvavidas” que permanece tranquilo e indiferente ante un llamado de auxilio, y lo que es peor, no sólo permanece tranquila e indiferente, sino que incluso siembra la desesperanza y sepulta cualquier posibilidad de colaboración cuando actores importantes anuncian públicamente que no harán nada al respecto.

En ese sentido, “siendo” parte de los objetivos de dicha comunidad internacional “facilitar la cooperación en asuntos como la paz y seguridad internacional, el desarrollo económico y social, los asuntos humanitarios y los derechos humanos” es tiempo ya de que redefina su responsabilidad, pues definitivamente se hace impostergable que la misma asuma su rol ante la situación que se vive en el hermano país y que de una vez y por toda responda al llamado que le hace uno de sus miembros, como lo es la República Dominicana.

El autor es juez titular de la Segunda Sala del Tribunal de Ejecución de la Pena del Departamento Judicial de San Cristóbal, con sede en el Distrito Judicial de Peravia.

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