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AGENDA SOCIAL

La preocupación con Haití

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Margarita CedeñoSanto Domingo

La situación de inestabilidad constante de Haití es motivo de preocupación para la República Dominicana. Por un lado, en materia de seguridad, porque resulta evidente que las instituciones a cargo de la seguridad en el vecino país no tienen control de ese territorio ni de los grupos insurgentes que actúan en el mismo. Por el otro lado, en el ámbito económico, por el gran volumen de exportaciones que van desde nuestro país hacia Haití.

De hecho, la Unidad de Estudios de Haití del Centro de Estudios P. Alemán de la PUCMM resalta que de cada 230 dólares que nuestros empresarios exportan a Haití, importamos un dólar, una muestra del alto intercambio comercial que beneficia a la República Dominicana. No cabe duda que, después de Haití, el país que más se beneficia de la estabilidad en suelo vecino es la República Dominicana. Por ende, está en nuestro mayor interés que la comunidad internacional comprenda la importancia de atender la crisis de institucionalidad y económica que sufre Haití, y apoye en la medida de las necesidades, un plan integral de desarrollo y acompañamiento para el desarrollo de Haití.

El problema es que no se puede promover una mesa de trabajo en torno al tema haitiano, sin contar con una representación idónea por parte de Haití. Si no es así, cualquier plan será un fracaso mucho antes de que se implemente la primera acción propuesta.

Haití necesita miles de millones de dólares en inversión pública, destinada a la solución de sus problemas estructurales. Pero la mayor, y más difícil inversión que debe realizarse, es la que busque la cohesión social y la construcción de institucionalidad en un país fraccionado y abatido por situaciones históricas, económicas y sociales difíciles de abordar.

Hay que felicitar el rol activo que ha asumido el Presidente de la República y la Cancillería para generar un consenso internacional sobre la necesidad de enfrentar el problema haitiano, especialmente en un momento donde se agrava la situación migratoria de muchos países que hoy reciben ciudadanos haitianos buscando un mejor futuro.

Haití es un país atrapado en la tragedia y el caos, y no hay receta internacional para solucionar eso. Primero se requiere la concertación social dentro de Haití, una tarea que si puede realizarse con la ayuda de organismos internacionales y la participación de figuras de renombre y pesos, sin intereses encontrados en el vecino país.

Las desgracias se ceban con Haití, pero los que hemos tenido contacto con la comunidad haitiana, sabemos que albergan el deseo de que su país sea próspero, seguro y que viva en paz. El reto está en ayudar a nuestros vecinos a encontrar el espacio común de los acuerdos y el trabajo en equipo.

Las preocupaciones sobre Haití son un verdadero rompecabezas que se agrava por segundo. Pero como dijo un articulista al referirse al tema, “la solidaridad con el pueblo haitiano pasa por apoyar lo que líderes y lideresas del país definen como el camino democrático a seguir”. Ahí está la tarea más importante, aunque no sea la más urgente.

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