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EL BULEVAR DE LA VIDA

Esta vez podría ser la última

Como en la can­ción de José Antonio Ro­dríguez que Carlos Luis canta como cantan los án­geles cuando se pasan de tragos, la que se inició esta semana es “Una más, una esperanza más”, una nue­va oportunidad que vie­ne a relevar a otras tantas fallidas ocasiones.

Hablo de los intentos, es­fuerzos, iniciativas, planes y proyectos para crear una Policía Nacional, y de paso salvar a nuestra democra­cia en bandolera.

Menos mal que Giuliani se quedó en sus asuntos por los nuevayores, y ahora te­nemos a la excelente Poli­cía española, más un Ro­berto Santana que tiene los pies en la tierra, toda la ex­periencia en el manejo po­licial en más de un país, y unas calidades éticas que todos le reconocemos.

“Una más, una esperan­za más”, pero no basta. La fiebre no está sólo en las sábanas policiales sino también en el edredón de corrupción generalizada con que se duerme y se vi­ve en nuestro país. No nos caigamos a mentiritas ni a chistes malos, por favor. La Policía tiene los mis­mos problemas que el res­to de las instituciones del Estado con sus cómplices corruptores del sector pri­vado, pero ella es la res­ponsable de la seguridad ciudadana.

Se dice, -y las evidencias sobran-, que miembros de la institución extorsionan a los gerentes barriales del narcotráfico, el lavado y sus barriales expresiones de colmadón, puticlubs y bancas de apuestas, aun­que, claro, “ni son todos los que están, ni están todos los que son”. (Generalizar es equivocarse, pero las evi­dencias sobran, ya dije).

Como ocurre con tantas instituciones del Estado y sus funcionarios (los actua­les funcionarios son nue­vos, démosle un par de años) la auditoría visual de muchos servidores públi­cos de todos los niveles dice más que todo lo que podría “denunciar” una de esas ONG unipersonales, que utilizan el tema de la co­rrupción para ganar nom­bradía y crear nombres pro­pios, entre otros objetivos.

Lo de Luis Rodolfo, Chu, Then y Roberto es “una más”, “una esperanza más”.

Finalmente, una adver­tencia: Sin seguridad ciu­dadana, y con una vida trasnochada por la incer­tidumbre de la muerte o el asalto; sin orden, prigilio ni ley, nuestra democracia en pañales seguirá langui­deciendo descangayada, ahítos los ciudadanos de buenos discursitos y poe­sía de la mala.

El caso es que aquí esta­mos, saludando incrédu­los una esperanza más y citando temerosos a Ma­rio Benedetti: “Ojalá que no. Pero esta vez, acaso sea la última”.

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