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MIRANDO POR EL RETROVISOR

El zapato para la cenicienta del sector salud

Cada 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, una fecha que este año, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), encuentra a la región con los diversos padecimientos psicosociales agravados por la pandemia del Covid-19.

Las secuelas sanitarias, económicas y emocionales del letal virus han destapado nuevos casos de trastornos mentales y empeorado los preexistentes, debido principalmente a la falta de atención y abandono de tratamientos.

Este año, bajo el lema "Salud Mental ahora: Comparte tu historia", la OPS procura que trabajadores del área cuenten sus experiencias para crear conciencia sobre los problemas y carencias en torno a la salud mental, así como fomentar el diálogo respecto a sus efectos devastadores durante la pandemia.

El objetivo es hacer visible al enfermo mental y al mismo tiempo movilizar esfuerzos en apoyo a pacientes históricamente estigmatizados, discriminados y olvidados, porque siguen siendo la cara fea de la sociedad.

Paradójicamente, el enfermo mental es una realidad visible e invisible a la vez. Visible porque resulta imposible ignorar a un enfermo mental deambulante harapiento, hediondo y etiquetado como agresivo por la mayoría de la población. E invisible porque la reacción casi siempre es que desaparezca de nuestra presencia lo más pronto posible cuanto se cruza en nuestro camino, ya sea mirando para otro lado o esquivándolo con presteza.

La OPS ha advertido, con ocasión de la fecha, que los servicios de atención para los trastornos mentales, neurológicos y por consumo de sustancias se han visto considerablemente interrumpidos por la pandemia del Covid-19.

República Dominicana experimenta también ese cuadro desalentador, sin que las autoridades definan políticas y estrategias puntuales que acerquen los servicios de salud mental a toda la población, especialmente a aquella sin los recursos necesarios para pagar costosas consultas, terapias y fármacos.

Tareas pendientes siguen siendo dedicar una mayor inversión del presupuesto del sector salud a la atención de los padecimientos psicosociales, la descentralización de los servicios mediante la creación de centros de atención comunitarios y llevarlos también a las unidades de atención primaria, así como la inaplazable reforma de la Ley 87-01 de Seguridad Social para garantizar la cobertura de tratamientos a toda la población.

La delincuencia desbordada, episodios constantes de violencia en los hogares y las vías públicas, auge de feminicidios, suicidios, intolerancia, insensibilidad social, irrespeto de las autoridades a la población civil y viceversa, son el mejor termómetro de cómo anda la salud mental en el país.

Con ocasión de la fecha conmemorativa, otra vez se enarbolaron los acostumbrados discursos de las autoridades comprometiéndose a brindar mayor atención a ese importante componente de la salud colectiva, tan vital como la física.

Lamentablemente, como ha ocurrido en años anteriores, una vez pase este 10 de octubre, es probable que la salud mental continúe siendo la cenicienta del sector, pese a las advertencias de psiquiatras y sicólogos de que ya vivimos una pandemia agravada por el Covid-19: Los trastornos mentales.

Inmersos como estamos en la relajación de las medidas restrictivas impuestas por el nuevo coronavirus y, con la mira puesta en enfrentar esta otra pandemia a la vista de todos, el presidente Luis Abinader debería contemplar la designación de un psiquiatra como ministro de Salud Pública.

Un profesional de esa área como cabeza de la cartera sanitaria tendría la sensibilidad que permitiría volcar más recursos del presupuesto del sector salud a la atención de las afecciones mentales, en esta etapa de recuperación por la pandemia del Covid-19.

Sería el zapato que finalmente permitiría identificar y hacer visible a la cenicienta del sector salud.

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