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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

El fascismo: sus columnas y caldo de cultivo

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Sin sutilezas refinadas, se pudieran identificar cinco columnas básicas que sustentan un régimen fascista: en primer lugar, se trata de un Estado totalitario de masas, es decir un Estado que controla los aspectos vitales de sus ciudadanos. El Estado fascista decide y organiza, por ejemplo, el sistema de salud, la información, la educación y la producción. No le interesa que nadie proponga alternativas a sus medidas sean buenas o malas.

Como segunda columna señalemos que el fascismo se funda sobre un partido único. Tan sublimes son sus programas, que el Estado totalitario se asegura de que nadie pueda organizarse para ni siquiera criticar o poner en tela de juicio lo que concierne a los ciudadanos. El partido se encarga de pensar por ellos. Una tercera columna se destacó en el caso de la Italia de Benito Mussolini, su Estado gobernó a través de un aparato policiaco que controló todos los resortes del poder. Cuarta, esta situación impuesta, benefició a una oligarquía representante de las clases más conservadoras de la sociedad: terratenientes, banqueros, grandes industriales y, a la larga a los jerarcas del partido, que pasaron a ser una nueva clase dominante, acaparadora de ventajas y oportunidades.

Finalmente, el Estado totalitario fascista evoluciona hacia una dictadura unipersonal o colegiada que solo se sostiene apoyada por el ejército. Tal y cómo aconsejara a sus hijos el Emperador Septimio Severo (193 – 211): “páguenle bien al ejército y olvídense de lo demás”. No existe para nada un Estado de derecho, pues, o bien el país vive una emergencia permanente ante la amenaza de enemigos que requiere suspender los derechos de los ciudadanos, o la ley emana de la preclara mente del dictador o del partido en aras de un fin glorioso que durante un largo “por ahora” ignora los derechos humanos en bien de los humanos.

El control de “Il Duce” Mussolini sobre el parlamento italiano y su aura mesiánica de salvador de Italia serán tan colosales, que osará responsabilizarse pública y exclusivamente del asesinato del diputado opositor Matteotti (10 de junio, 1924) y nadie lo sometió.

El fascismo italiano y el nazismo, con sus garras y plumas diferentes, nacieron en el caldo de cultivo de una violenta reacción antiliberal. Ambos fueron apoyados por sectores dominantes y cabalgaron el nacionalismo a ultranza contra la corrupción internacionalistas comunista.

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