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COLABORACIÓN

Haití ¿Intervención?

En su artículo del lunes en el Listín Diario don Hugo Guiliani Cury propone una intervención y un gobierno compartido en Haití, al calor de la grave crisis que sacude ese país y sus repercusiones en la Republica Dominicana.

Quien hace la propuesta es un experimentado diplomático, economista, exgobernador del Banco Central y expresidente de su Junta Monetaria, desde mi condición de simple periodista es poco menos que un atrevimiento disentir de una persona con esas calidades, además de su bien ganada fama de persona seria y de convicciones.

Pero, si hay una cosa que los dominicanos no deberíamos proponer jamás, es una intervención directa, ni de los Estados Unidos, Francia o las Naciones Unidas, precisamente nosotros que sufrimos durante el siglo pasado dos intervenciones militares norteamericanas. No intervención no, don Hugo.

Lo que está claro es que como bien ha planteado es impostergable la búsqueda de soluciones duraderas para un país que parece no poder salir del torbellino sin fin de sus penurias, agravadas durante el presidente siglo por dos terremotos, una epidemia de cólera, la inestabilidad política que es endémica en ese país y el terror que siembran las pandillas.

Haití que como colonia francesa llego a ser la más productiva de los territorios franceses de ultramar en el siglo XVII, vio terminado su periodo de crecimiento justo cuando se inició su revolución, un proceso que se prolongó desde 1791 hasta el momento en que instaurada en 1804 la primera república negra del mundo, el proceso habría de prolongarse hasta 1818, según el recuento de destacados historiadores, como resultado del largo proceso de esa revolución la estructura productiva alrededor de la producción de azúcar de caña y posteriormente del café, quedó hecha añicos y el resto del siglo XIX, los sucesivos gobiernos y la inestabilidad política no hicieron más que mantener ese estado de cosas.

Ni la intervención de los Estados Unidos de 1915, ni la dictadura de los Duvalier, cambió el estado de cosas del país, ni que decir de los sucesivos golpes de estado, elecciones, golpes de estado, desde 1986 hasta el asesinato del presidente Jovenel Moise este año, han logrado mejorar la situación del país más pobre del hemisferio, creando un drama migratorio y una crisis de proporciones épicas para ese país. Aún así, no creo que la solución sea una intervención, odioso procedimiento que tanto dolor causó en el pasado siglo y aún en el presente.

Haití a diferencia de Afganistán no tiene enormes riquezas en su subsuelo, como razonaba la semana pasada Rafael Núñez en su artículo del Listín, esa es la principal razón de la tímida reacción de la comunidad internacional.

Sin embargo, la magnitud de su crisis, el impacto de los flujos migratorios y los riesgos que implica para países de la región y en particular para la República Dominicana, obligan a buscar alternativas, todas las cuales implican necesariamente un esfuerzo conjunto liderado por los Estados Unidos, Francia, Las Naciones Unidas como ha planteado don Hugo, Canadá agregaría yo y, desde luego, la República Dominicana, pero esa iniciativa solo tendría oportunidad de alcanzar alguna salida razonable si los grupos políticos, económicos y sociales con incidencia en Haití, asumen el compromiso de trabajar con la comunidad internacional en la búsqueda de una solución.

La reunión reciente de la Oficina de Seguimiento de los acuerdos del 30 de agosto, reseñada por el periódico Le Nouvelliste, es un buen augurio, faltaría ver si esos acuerdos favorecen o no la participación extranjera. Al igual que pasa con las personas afectadas con adicciones a las drogas y otros problemas, solo cuando la persona afectada decide buscar o aceptar ayuda, es posible la recuperación del paciente, del mismo modo, solo si el pueblo haitiano decide aceptar esa ayuda es posible alcanzar algún nivel de solución. Ojalá esta vez sea posible.

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