Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

OTEANDO

La dañina ausencia

Se fue de viaje en bus­ca de mejor vida, no solo para sí mismo, sino para sus vásta­gos y su esposa que siempre lo constituyeron todo -quizás sería mejor y más com­pleto decir lo único- para él. Descolló, tuvo “éxito” en los sen­tidos que con frecuencia se lo estima: reconocimiento públi­co y privado, abolengo intelec­tual, político y social y, finalmen­te, hasta un poco de seguridad económica. Pero, mientras eso ocurría u ocurrió, en la medida que ganaba una cosa perdía la otra. El “éxito” reclama inver­sión de tiempo para incremen­tar el acervo intelectual, las com­petencias, proyectar una marca personal, y en su caso, todo esto sucedía y sucedió a distancia de lo que verdaderamente era su tesoro.

Es verdad que siempre se ha dicho que, “hagas lo que hagas, al final, te arrepentirás”. En su caso particular, si hubiese elegi­do quedarse en casa, sin lograr ninguna movilidad, en ningún orden, al final se estaría culpan­do de no haber proveído los medios para que sus diaman­tes recibieran el mejor burila­do y el mayor pulimiento, de la misma manera que ahora se culpaba por lo que prefería llamar una “disminución de los afectos” considerados qui­ditativos para soportar la exis­tencia. Quizás todo podía atri­buirse a causas múltiples, pero con resultados únicos en su gé­nero: culpas, culpas imposible de saltarse, culpas que se reco­gen al tiempo que se reparten perdones.

Y es que no se atraviesa es­te plano sin terminar con un gran inventario de heridas (las recibidas y las provocadas) y con un pequeño saldo de cica­trices, ya que solo las propias puedes contabilizar, quedán­dote vedado confirmar las aje­nas, como si ello permanecie­ra encriptado en la otredad de tus víctimas, en el inconfesado rango que concedieron al “da­ño”, en las imperceptibles se­cuelas que les produjo.

Volvió, como obligadamen­te tenía que volver, porque, ¿a dónde si no? Pero al volver confirmó con dolor lo que le­jos ya había sospechado, que cada instante que pasa, todos, somos ya otros. De modo que aquel “paréntesis” presentaba unas características especiales: no detuvo nada en el punto y espacio en que lo dejó, unas cosas disminuyeron, otras au­mentaron -los que se quedan están tan permanentemente expuestos como los que se van-, pero sobre todo, desdeñó su reclamo de conectar pasado y presente sin alteraciones de ningún tipo. Desde entonces tri­lló su camino hacia la nada que, finalmente, solo pudo alcanzar con la auto negación.

Tags relacionados