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MIRANDO POR EL RETROVISOR

Por favor espere en línea, su llamada es importante para nosotros

La Dirección General de Comunicación (Dicom) ahora es la Dirección de Estrategia y Comunicación Gubernamental y Comer es primero pasó a llamarse Supérate.

¿Son cambios reales que apuntalan la transformación del Estado y la tan anhelada institucionalidad, o simplemente cambios de nombres con el único propósito de borrar una huella del pasado?

Confiamos que sea lo primero para un país que con cada nueva administración observa al presidente de la República de turno aplicar su propio librito en la conducción del Estado y definir a su manera el arte de gobernar.

La idea siempre ha sido impregnar el propio sello para desvincularse totalmente del anterior, perdiendo de vista la importancia también de la continuidad del Estado y de preservar y mejorar lo que hicieron bien sus antecesores.

Pero no es así, porque cada jefe de Estado procura dejar su legado. Y por eso vemos las diversas maneras en que presidentes dominicanos demuestran su autenticidad a la población, como ponerse una gorra y ropa de calle para entrar camuflado a un hospital público, pararse en los semáforos, beber un coco de agua en las vías públicas, saltar charcos y viajar en un vuelo comercial.

¿Suma esto a la institucionalidad y a la modernización del Estado?

La semana que recién concluye enfrente una realidad tan común y aún no superada que indica cuán lejos estamos de lograrlo, en una era de notables avances en las tecnologías de la información y comunicación.

Solicité vía internet un servicio a una institución estatal y la respuesta fue que podía hacer una consulta a un oficial encargado por teléfono o de manera presencial. Obvio que use la vía telefónica para evitar los tapones y la pérdida de un valioso tiempo en el trayecto y luego con un prolongado turno en la sede de la entidad.

La “grabadora” del teléfono que me “atendió” nunca me dio la opción del departamento exacto. Marqué la extensión más aproximada y luego de 10 minutos de espera, la llamada se cayó.

La opción fue repetir la llamada, ahora con 15 minutos adicionales en línea, tiempo en que la grabadora me detallaba los logros de la institución y avances en la atención al usuario, al tiempo que me repetía constantemente “por favor espere en línea, su llamada es importante para nosotros”.

Luego de que la llamada se interrumpiera por segunda ocasión decidí ir personalmente a la institución estatal, donde en unos tres minutos logré la información que necesitaba para esa gestión, para la cual no había opción vía internet y por teléfono resultó ser un vía crucis.

Si esas llamadas telefónicas de los usuarios fueran realmente importantes para tantas instituciones del Estado, donde ocurre lo mismo, se buscaría el mecanismo de que el contacto sea más rápido y eficiente.

Con razón al hospital Robert Reid Cabral muchos le siguen llamando Angelita, el nombre de la hija del dictador Rafael Trujillo, pese al cambio de nombre dispuesto el 5 de junio de 1962 por decreto del Consejo de Estado de la época, luego del ajusticiamiento del sátrapa.

La fiebre del Estado no está en la sábana. No se trata de simples cambios de nombres o de jugar al populismo que tanto apasiona a los presidentes dominicanos, sin excepción.

Lo de la llamada telefónica es un simple detalle de tantos que debemos superar para alcanzar la tan cacareada institucionalidad en el país.

Mientras tanto, así no podemos seguir en línea. Nuestras llamadas no son importantes para el Estado.

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