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EL BULEVAR DE LA VIDA

PRM y Gobierno

Por el plantón de insultos ocurrido en NY contra el alcalde de Santiago y diri­gente opositor Abel Martí­nez, organizado por una di­rigente local del PRM y funcionaria de la Cancillería dominicana allí, ese parti­do debería recordar que ya es el partido de gobierno, y que en apenas doce me­ses hay ya funcionarios de la actual ges­tión investigados por corrupción, lo que demuestra que, por más empeño que haya puesto el presidente Luis Abina­der, o por lo implacable que haya podi­do ser el Ministerio Público en la aplica­ción de las leyes, desmontar una cultura política de impunidad y tráfico de in­fluencias que en la isla inauguró el go­bernador Nicolás de Ovando, no es co­sa de un periodo de gobierno y menos de un año.

Esto significa que si ahora las hordas del PRM, -como antes las del PLD, in­cluso con su propio presidente- no se enteran de que su partido es quien go­bierna, aunque muchos no hayan reci­bido aún de parte del Gobierno unos beneficios de los que se consideran me­recedores por su trabajo en la campa­ña; si de esto no se han enterado los ca­maradas perremeístas, entonces, están perdidos: “Más perdidos que un camino viejo o un conuco sin desyerbo, y más locos que un reloj de a peso”, que el sá­bado, en El Bomba de aquel lado, nos cantaba El Chaval, en una bachatica de incitación etílica y amargue.

Si vamos a dejar atrás la presunción de inocencia y vamos a combatir a los adversarios con el arma marrana de la indecencia, es que estamos entrando al infierno. Y es que la vocación para la maledicencia no es de la exclusividad de ningún partido político, y menos de esa sociedad civil de “asigún”, mucho english y Embajada.

El único bien que puede poseer un hombre en la tierra es su buen nombre, todo lo demás es temporal, bienes que administramos por varias décadas antes de continuar el viaje. Como en el Bogo­tá de los noventa nos dijo el indio Ró­mulo en su Testamento Gaucho: “Ma­quinini, aquel que no sabe ofender, no admite ni acepta ofensas. Nadie se mue­re un día antes, según la ley de Dios”, lo que agrava el hecho de que en nuestro país, existe una absoluta libertad de di­famación.

Entonces, no insulte, argumente, de­bata, confronte, estudie, que la política es la guerra de las ideas para evitar la guerra de las armas.

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