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EL BULEVAR DE LA VIDA

La asqueante mano negra de un partido grande

Salvo ser dueño de un punto de drogas en un barrio que con­trola el narco y no la Policía, pocos negocios hay en el país más rentables que ser propie­tario de un partido político reconocido.

La cantidad de votos que haya obteni­do tal o cual organización en las últimas cuatro o seis elecciones en las que ha par­ticipado importa poco, porque más im­portan las colindancias con el poder del Estado, con las élites, y a veces hasta con un lavador financiador disfrazado de pa­triótico benefactor.

Además, la horizontalidad y disponi­bilidad de la información servida en las plataformas digitales, pueden lograr el milagro de que un partido microscópi­co pero con excepcional talento y crea­tividad para la descalificación y el abu­so, apoyado por algún caudillo de la fauna política nacional, logre una pre­sencia importante en las redes sociales, lo que le permite crear el ruido necesa­rio para vender la apariencia de un par­tido real y no unas siglas creadoras de tuiter insultosos y campañas difaman­tes. (Debe ser triste, reconocerse como la asqueante mano negra de un partido grande).

El encuentro de partidos políticos para conocer y discutir las propuestas de reformas del presidente Abinader, nos presenta el escenario de tantas ve­ces. Para que se tenga claro el nivel de relajo que existe en la clase política do­minicana y su nivel de irrespeto hacia la ciudadanía, les recuerdo que en las pasadas elecciones, apenas tres parti­dos -más los dos pedazos del PLD en verde y en morado, superaron el 1% de los votos emitidos. Pero el asunto es peor, 13 partidos, la inmensa mayoría con más de 30 años de existencia, no alcanzaron ni siquiera el 0.50%.

Ahora que se busca hacer más efi­ciente el Estado, transformar sectores para avanzar con todos, y ahora que un presidente en los hechos y no en los versos está dispuesto a fortalecer y re­cuperar el Ministerio Público en su in­dependencia y su dignidad perdidas, justo ahora, sería bueno ir pensando en qué carajos vamos a hacer para evitar que todavía hoy en la República Domi­nicana, ser dueño de un partido políti­co reconocido, sin votos ni militancia, pero reconocido, siga siendo más renta­ble que ser propietario de un punto de drogas en un barrio pobre que contro­la el narco y apoya la Policía. (“...A ti te atemorizan esas ganas de morirse que tienen estos pueblos”. P. Mir.

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