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EL BULEVAR DE LA VIDA

Sobre el difícil arte de vivir

Creo que fue Enrique Jar­diel Poncela quien escribió, más o menos, lo siguiente: “La mitad de los seres hu­manos emplea la primera parte de su vida en hacer miserable el resto de ella”. Tampoco hay que pasar­se como don Enrique, pero algo de ra­zón esconden sus palabras.

Todos vamos recorriendo la vida, y recogiendo en ella logros y fraca­sos, alegrías y decepciones. Pero en los grandes errores, casi siempre está pre­sente la ingenuidad, y sobre todo la fal­ta de experiencia. Quizás, por eso, es tan frecuente la expresión: “Si pudiera vivir nuevamente mi vida”, que inspi­ró un conocido poema de Nadine Stair, “If I had my life to live over”, atribuido -erróneamente- a Jorge Luis Borges.

Y es que en las aulas aprendemos matemáticas y geografía, física y ana­tomía, pero nadie te ofrece un taller­cito, una breve terapia -con mi dilecta Dra. Ana Simó, por ejemplo-, sobre las leyes no escritas de la vida, la condición humana, su heroismo y sus miserias. Y así, te recibes de agrónomo, sociólogo, periodista o politólogo, pero de cómo ser buen padre, un buen hijo, un mejor amigo, un buen compañero, de eso na­da, nada de nada. Ni siquiera una char­la en La Casa, con café Santo Domin­go, (Sabina en el fondo, y un buen vino esperando) recibe uno para aprender a caminar por este laberinto sin luz, ¡ay!, sin luz; por este bulevar de utopías mal heridas, de rosas e intrigas, de espinas y flores, adoquines de la Zona, mez­quindades de invierno y caricias de un verano que es la vida.

Ahora que desde el Ministerio de Educación el maestro Fulcar me infor­ma de unas cátedras magistrales de ciu­dadanos ejemplares, que sobre el arte de vivir y otros aspectos de la existencia serán ofrecidas a los estudiantes de to­do el país a partir del próximo año es­colar, en lo que mis admirados Ricardo Nieves o Rafael Chaljub graban las pri­meras, uno acude entonces, al poema que nunca escribió Borges, pero a esta hora de los adioses y el otoño, qué ca­rajo importa ya. En fin: “Si pudiera vi­vir nuevamente mi vida, (...) Si pudiera volver a vivir, comenzaría a andar des­calzo a principios de la primavera y se­guiría descalzo hasta concluir el oto­ño. Daría más vueltas en Salinas, y allí contemplaría más amaneceres, si tuvie­ra una vida por delante, pero tengo 85 años... y sé que me estoy muriendo”.

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