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ORLANDO DICE ...

Sin engrasar los ejes

El PLD empieza a moverse por dentro sin todavía tener los ejes engrasados, y parece que como a Yupanqui, le gusta que suenen.

Los aspirantes a la candidatura presiden­cial, con consentimiento del partido, toma­ron la calle y cada cual va haciendo camino al andar.

Los peledeístas tal vez no se hayan dado cuenta del rastro, pero sí los que desde fue­ra observan el fenómeno y le ponen casca­bel.

Algún efecto tiene la campaña que se señala, advierte la posibilidad de que se desborde y el resultado sea contraprodu­cente.

Si el escarceo no tuviera potencial, na­die lo resaltara y vería como fracaso esti­lo PRD. Si se averiguara bien, a fondo, con historia, el PLD registra más divisiones que el partido blanco.

Solo que en el pasado supieron disimu­larla y ahora es difícil, o imposible. La dis­cordia no es de organismos, sino de lide­razgos.

Los riesgos en política asoman en cual­quier esquina, y cuando sucede, ponen a prueba las habilidades ocasionales de los regentes.

La democracia interna es un problema que los políticos, por ambiciosos, no saben administrar. Las experiencias de primarias hablarían por sí solas.

El PLD no podrá levantarse de sus ceni­zas o de su postración a menos que genere fuerzas nuevas, y solo puede lograrse de­jando suelto al partido, que decida de con­junto.

El Comité Político, por muy rejuveneci­do, no podrá hacer el milagro que se impo­ne: multiplicar los liderazgos alternos.

Correr un albur insólito y que de cual­quier yagua salga tremendo alacrán. Tiene que ser alguien que pique, pero sobre todo con su propio veneno.

Si Leonel Fernández se fue y Danilo Me­dina perdió la voz, el reemplazo tiene que montar casa de campaña y disponer sus tropas.

Si el experimento no funciona, nada se pierde, ya que tampoco funciona la Espa­ña tonta que intenta, sin conseguirlo, mor­derse la cola.

Muchos de los que corrieron la otra vez, lo hacen ahora, y deben recordar que la lu­cha se lleva por etapas y no necesariamen­te hay que esperar al final.

No es tan difícil, si hay nobleza, apreciar las ventajas, las simpatías y las adhesiones del competidor ocasional.

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