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EL BULEVAR DE LA VIDA

Doce reformas y 25 rosas

Después de años de esfuerzos y negociaciones, la Estrategia Nacional de Desarrollo 2010-2030 (END) fue convertida en ley en 2012. Estamos en 2021y del dicho a hecho, ha sido mucho trecho. A los dominicanos siempre nos ocurre igual, nuestras Estrategias, Informes y Planes, terminan convertidas en odas grises a lo que nunca pudo ser.

Releer los objetivos de la END y mirar la actualidad, nos conduce, -no al parque Eugenio María de Hostos donde nos esperaría Jack Veneno para ganar siempre-, sino a la derrota que una frase representa: “una cosa es con guitarra y otra es con violín”.

Así, en la END aspirábamos a disminuir la desconfianza de los ciudadanos hacia los partidos, y desde entonces, esa desconfianza no ha parado de crecer. De igual manera, se aspiraba a mejorar nuestro Índice de Percepción de la Corrupción... y en todo lo que tiene que ver con corrupción, impunidad y arrabalización institucional “el cadáver ¡ay! siguió muriendo”, como si la aprobación dela ley END hubiese sido una alerta que disparara las ambiciones de unas élites insaciables, y de unos votantes negados a convertirse en ciudadanos responsables.

¿Por qué esta vuelta al pasado y esta imprudente nostalgia? Pues, por culpa de las doce reformas que el presidente Luis Abinader acaba de proponer a la nación y especialmente a las élites del país.

La aprobación y aplicación en los hechos de la reforma de los sectores eléctrico, educación, salud, justicia, transporte, seguridad social, seguridad ciudadana, tecnología, fiscal, laboral e hidrocarburo, sería una especie de refundación institucional de la República.

Son 12 reformas que sin superar en importancia a las “25 rosas” de Paquito Guzmán o Joan Sebastian, ¡ay!, serían para el país las “Doce reglas para vivir” que aconseja en su libro del mismo nombre, el psicólogo canadiense Jordan Peterson.

Ante tal escenario, y en el marco de una pandemia que ha aumentado la muerte y la desigualdad social, a los dominicanos sólo nos queda la oración cristiana o la meditación budista para aspirar a que, en un momento de bendita locura y suprema lucidez, todos los dominicanos, y especialmente los miembros de nuestras élites, coloquemos el interés de la nación por encima de los nuestros, dispuestos a pagar el precio de vivir en un país en relativa paz, y donde nunca seremos extranjeros. Al fin, ¿qué es un hombre sin su patria? Nostalgia, sólo nostalgia. Con su permiso.

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