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Un año de retos y limitaciones

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Cristhian JiménezSanto Domingo

El presidente Luis Abinader pasó la prue­ba en su primer año, al gestio­nar un país en medio de una pandemia en princi­pio a tientas, y no a locas, y luego con filigrana entre limitaciones ciudadanas y mantenimiento de la ac­tividad económica y ade­más la compra de vacunas en los confines asiáticos ante incumplimientos de mercados cercanos.

Difícil la evaluación por el trastorno pandémi­co, transversal a todos los parámetros que posibili­tan el examen más cerca­no a lo objetivo del novi­ciado.

Abinader recibió el go­bierno de un partido-Es­tado con 16 años en el poder, acompañado de jó­venes con una visión mo­derna, pero con descono­cimiento de la burocracia estatal y de varios vetera­nos en administraciones del siglo pasado y de los primeros 4 años de este milenio. Suplieron los dé­ficits gerenciales empresa­rios, sospechosos a los ojos del perremeísmo.

Un Estado diferente, muchos novatos y una pandemia de Covid-19 manejada inicialmen­te para ampliar negocios y ventajas electorales, y posteriormente una suer­te de “remate” en la tran­sición de parte del dani­lismo gobernante, tornó titubeante el inicio de Abinader.

El mandatario desde el inicio envió los men­sajes correctos respecto a los reclamos fundamen­tales que posibilitaron su triunfo, al designar a Mi­riam Germán como Pro­curadora General de la República, sin ataduras con el poder político pa­ra una seria lucha contra la corrupción y la impu­nidad. A Carlos Pimentel, proveniente de Participa­ción Ciudadana, en Con­trataciones Públicas y auspició la selección de miembros de la Cámara de Cuentas distantes de los partidos para desesti­mular, evitar y enfrentar el latrocinio.

Además, estimuló inte­gración de altas cortes y órganos constitucionales por meritocracia, para un gran aporte a la institucio­nalidad.

Con esto, que impli­ca riesgos y ameritó cora­je del mandatario, el país logra una enorme trans­formación institucional y un salto fundamental en la protección de los fondos públicos, y me bastaría pa­ra concederle la nota po­sitiva a los primeros doce meses de la gestión abina­derista.

Durante los meses crí­ticos de la pandemia, el gobierno mantuvo las ayudas sociales y los pro­gramas de apoyo a los tra­bajadores de pequeñas, medianas y grandes em­presas para evitar el colap­so total del aparato pro­ductivo. Abinader lideró esfuerzos en el área turís­tica, cuyos frutos se han visto en los últimos meses y se proyectan a fututo.

La docencia fue un reto enorme para el Ministerio de Educación, profesores, estudiantes y padres y ma­dres por los riesgos de la pandemia y las limitacio­nes de conectividad en el país, apelándose al apoyo de la radio y la televisión. Se reconoce el esfuerzo oficial, pero el final resultó insatisfactorio, aunque el gobierno le dio una mira­da optimista.

El gobierno avanzó en obras de infraestructura que el ministerio de Obras Públicas contabilizó por encima de los 70 mil mi­llones de pesos y registró un aumento en la inver­sión extranjera.

Con relación a la segu­ridad ciudadana, promesa fundamental del PRM en campaña, el gobierno está aún en “piloto” en Cristo Rey, que Abinader al resal­tar lo logrado, anunció la ampliación del programa a otras zonas de la capital y del país.

Abinader y PRM han huido de su promesa con­signada en el programa de gobierno, de apoyar las tres causales y han re­cibido críticas por desig­naciones en la que se evi­dencian conflictos de intereses.

Los perremeistas, crí­ticos del endeudamien­to han tenido que sopor­tar cuestionamientos por los cuantiosos empréstitos a que los obligó la pande­mia, que Abinader alegó ningún país escapó a ese recurso.

De todos modos, lo más difícil para Abinader será pasar sin consecuencias una reforma fiscal que ur­ge y que los que la pueden cubrir, que pagan las cam­pañas electorales tratarán de evadir.

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