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MIRANDO POR EL RETROVISOR

Irrespeto ciudadano y policías mal entrenados: un coctel peligroso

Cuando recorremos calles y avenidas del país, en materia de tránsito, nuestro foco se dirige casi exclusivamente al irrespeto de conductores y choferes a las leyes y normas.

Deliverys, motoconchistas, choferes de guaguas voladoras y el camionero que conduce tomando en cuenta la “preferencia” que le otorga del tamaño de su vehículo, son sin dudas los más peligrosos en las vías.

Pocos reparan en que al peatón también le toca su parte. Hace unos días vi a un grupo de personas cruzar una transcurrida intersección con el semáforo en verde para los vehículos, cuyos conductores tuvieron que detener la marcha para darles paso.

Suelen bajar de un vehículo del transporte público en cualquier punto y esperar también la unidad en lugares inapropiados, tomando en cuenta que choferes de ese servicio hacen lo que sea para no perder un pasajero.

Los peatones también arrojan desperdicios sin miramiento en cualquier lugar y luego son quienes más se quejan cuando en temporadas de lluvias se les dificulta el desplazamiento, porque la basura ha tapado los imbornales y otros sistemas de desagüe.

Igual pasa en las vías con los policías encargados de prevenir crímenes y delitos, o de apresar a quienes incurren en ellos.

No se puede negar que contamos con policías mal entrenados, sin las habilidades físicas y emocionales que les permitan someter a la obediencia a un ciudadano, sin incurrir en excesos y violaciones a sus derechos fundamentales.

En la mayoría de los casos, los agentes del orden público quedan como los torpes y abusadores que maltratan a ciudadanos indefensos que ahora cuentan con un celular para registrar esos desmanes y abusos.

Nadie piense que defenderé el accionar de los policías, porque en la mayoría de los casos es así, pero si queremos ser justos hay que destacar en los últimos años una tendencia de ciudadanos a irrespetar la autoridad del policía y resistirse a un simple arresto.

He visto vídeos compartidos en las redes sociales donde ciudadanos insultan, manotean y hasta se van a las trompadas con policías, incluso mujeres para evitar a toda costa que arresten a sus maridos o cualquier otro familiar, para luego alegar violencia de género cuando ocurre la reacción áspera del agente incapaz de manejar esos episodios.

El reciente caso de un abogado muerto a manos de policías en San José de Ocoa retrata la realidad del coctel peligroso en que se ha convertido tener policías mal entrenados en las calles y ciudadanos que con mayor frecuencia irrespetan a la autoridad.

Claro, por una de las dos aristas se debe comenzar, especialmente ahora que una comisión designada por el presidente Luis Abinader está a punto de rendir un informe sobre las políticas públicas necesarias para transformar a la Policía Nacional, con la mira puesta en convertir a la institución en un cuerpo entrenado, capacitado y garante de los derechos ciudadanos.

Quizás no esté contemplado en la agenda de esa comisión, pero pienso que también debe asumir como tarea diseñar programas de concienciación ciudadana para rescatar el respeto a las autoridades garantes del orden público.

El respeto se gana y, una vez tengamos policías con el perfil anhelado, la población civil se sentirá más inclinada a someterse a la autoridad del agente, a sabiendas de que recibirá un trato profesional y garante de sus derechos.

Y así evitaríamos asumir ante el policía un comportamiento similar al de algunos peatones, con licencia para andar por las calles como chivos sin ley.

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