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Entre nietas, nietos y pichones de dinosauros

Cuando yo falte, el mundo quedará en buenas manos. Tengo hijos, nietas y nietos con simbiosis humana: amorosos, fuertes, emprendedores, laboriosos, estrategas: tienen dentro del pecho sentimientos que ofrecer. Cada uno con su propia personalidad.

Sofía, mi primera nieta, nació en Roma. Fue y es mi devoción. Con ella en brazos, mi hija resplan­decía, junto a su esposo.

Crucé el océano para verla y al llegar, se me acabaron las pa­labras. No pude controlar tanta emoción. Lo mismo la mimaba en su cuna que iba al barrio chino de Roma en busca de yautía blanca para su alimentación.

Diez años después, Sofía si­gue siendo una reina, no solo de nombre. Se está educando en el Primer Mundo, es introvertida, y me quiere. Tiene muy buenas amigas. Sabe que las maromas del abuelo han pasado de mo­da, como también mi acoso pa­ternal. Hace días mi hija le pre­guntó si pensaba incursionar, como su abuelo, en el mundo del arte y ella, aunque dibuja, lo negó: Quiere ser anestesista, y vivir en Londres.

Esta decisión me provoca es­pasmos en los ojos porque ella también me lo repitió y sus ojos brillaban, aunque en mi caso, le aseguré que siempre debía acor­darse de sus padres, sus tíos y su hermana, esmerados todos en hacerla feliz. Me pregunta por su abuela, quiere saber por qué no está conmigo en estas vaca­ciones y si la quiero todavía. Ya Sofía quiere respuestas, y me he preparado para dárselas. Sí, quiero a su abuela, la acompaño en su diario vivir y le procuro lo poco que tengo.

-Puedes estar, tranquila, Sofi. Tu abuela hoy no está con noso­tros porque prefiere no salir de casa. Ella es feliz así.

Al igual que su hermana, es­cribe un diario y practica el nado sincronizado. Ambas han ganado medallas y son puntos de referen­cia para sus compañeras de curso.

Isabella es mi otra reina. Nació dos años después de Sofía, y a dife­rencia de su hermana, es extrover­tida y cuando me ve sonríe y asom­bra ante los gestos del abuelo que trata de decirle en pantomimas, el tamaño de su amor. Quiere estu­diar veterinaria y especializarse en la cura de caballos. Es inteligente y ambas le deben a mi hija dominar el idioma español, junto al italiano. Es emotiva, juega con sus primos y no hace eco.

Es fuerte de carácter. No le gus­tan las bromas indebidas y lo que es mejor: sabe mirar de frente y no oculta su sentir.

Hace unos días, mis dos nie­tas llegaron de vacaciones con sus padres y mi vida hoy es otra. He comprobado cómo ambas adoran a sus primos, y juntos los cuatro significan que el amor no tiene dis­tancias. Cuando yo falte, el mundo quedará en buenas manos.

Tengo nietos e hijos, con sim­biosis humana: amorosos, fuertes, emprendedores, laboriosos, estra­tegas: llevan dentro del pecho senti­mientos que ofrecer. Cada uno con su propia personalidad.

Es bueno saber que los de ayer partiremos felices: en mi lugar de­jaré una familia que no se dejará humillar, que sabrá responder al in­solente, y que hará lo que sea para preservar el mundo de una catás­trofe.

Tal vez ninguno herede el acto de escribir, pero vivirán a plenitud.

Con solo cuatro años, Luis Fer­nando, ha recibido la mejor educa­ción. Tiene dos padres preparados, que no vacilan en complacerlo y también en requerirlo con sapien­cia.

Álvaro va por el mismo camino. Solo tiene 10 meses, pero sabe ha­cernos felices con sus ocurrencias. No dejo de cantarle ni de jugar. To­davía no habla, pero grita a viva voz, gatea y sonríe.

No soy de ese tipo de dinosauro con orejas y lengua al que todos te­men a su paso. Tampoco mis ojos avispados, ni mis fauses nacieron con el hambre de atacar.

Soy de esos dinosauros que co­nocen circunstancias. Cultivo flores y esmeraldas en el imaginario jar­dín con el que sueño. Estoy feliz con mis cuatro nietos a cuestas y mis hi­jos que intentan sus maneras.

Sé cuando late el corazón. Por eso soy un dinosauro raro, casi sin voz, pero feliz de todas mis fami­lias y deberes, ahora con una es­pecie de poder especial para hacer amigos. No traigo un ramo de flo­res para los pichones de dinosau­ros que tientan por mi espalda

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