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ORLANDO DICE...

El aliado de ayer

Comentaba en la ante­rior entrega que los par­tidos se interesaban más en conseguir o mantener aliados que en mejorarse institucionalmente y asumir nuevas estrategias.

Que estaban más atentos a la ocasio­nal grúa que a revisar el vehículo y po­nerlo en condiciones de hacer el viaje.

Si fuera por su predicamento o accio­nar inmediato nada cambió en el pano­rama político con el triunfo del PRM y el gobierno en curso de Luis Abinader.

No están sentados ni estáticos, pero los movimientos que realizan, además de sigilosos, no son verdaderamente extraordinarios y que garanticen mu­danza en la correlación de fuerzas.

Cualquier deficiencia, a su juicio, se resuelve con acuerdos que ahora se ha­rían con más anticipación. Aunque no se ve ni se asegura renovación de votos.

El sentimiento de la gente no es de desafección, pero no puede decirse que la devoción y el fervor son los mismos de la campaña.

El ánimo podría ser más torpe, pero igual más personal. El transfuguismo era un mal de la política dominicana, al que no se le buscó remedio, y algu­nos alaban ahora la práctica como una virtud.

Sin embargo, no se analiza el fenó­meno en sentido contrario, y esa falta de adhesión podría convertirse, ya no en una enfermedad, que lo es, sino en una epidemia que contagia.

Ese igual aquí que allá no pinta ni aparenta lo mejor, y como se cree que solo ocurre en una organización, po­drían darse las sorpresas de última hora. Los entendimientospúblicos o callados no es cura universal, o no pro­funda, y las cúpulas, por haraganería, podrían abrir surcos, pero no tener se­millas.

Arar no significa siembra y tampoco cosecha.

Los partidos podrían, por tanto, ha­cer apuestas ciegas, y ya se sabe que asuntos de lotería los ciegos resultan menos confiables que los videntes.

La situación, no obstante, sigue cam­pante, y para fines oficiosos de acerca­mientos, mediación y posibles amarres, existe una especie de monseñor.

Un coach que concentra las señas y las transmite, evitando que se anote en contra de sus intereses o del equipo en que realmente residen sus simpatías.

¡Qué siga el entierro!

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