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Dilema y la puerta trasera

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Luis Encarnación PimentelSanto Domingo

Para Danilo Medina, la asistencia o no a la funeraria a darle el pésame al examigo Leonel Fernández por el fallecimiento de su madre doña Yolanda Reyna, debió constituir la mayor prueba o dilema político-emocional de los últimos tiempos. Dados los factores de ética y de valores que dieron lugar a la ruptura – para mi definitiva- de ambas figuras, los ojos del pais estarían muy atentos al detalle en cuestión. Y Medina tenía razones dobles para el tranque, porque no era un asunto de que alguien diera un brazo a torcer, sino que por el medio había circunstancias especiales, de honor y de deber social, muy por encima de intereses políticos o diferencias personales. De asistir, como finalmente hizo, se exponía a que alguien del público en las afueras del salón donde estaban los retos de doña Yolanda, el doctor Fernández y demás familiares le hicieran un desplante. De no ir, el costo político habría sido significativo, pues ya hasta había un asunto de reciprocidad de por medio para con Leonel, que - en su línea de no rencores ni resentimientos contra nadie - no reparó en darle las condolencias cuando murió el padre del primero, aun en el poder. El PLD mandó una corona de flores e hizo bien; varios miembros de su Comité Político fueron a solidarizarse con su anterior líder de la organización e igual hicieron bien. Si Medina no iba, aunque entrara por la puerta de tras, iba a ser muy notorio, se le iba a tomar en cuenta y el único perjudicado habría sido él. Alguna gente con la que hablé en la noche en la funeraria, con personas apretujadas, sin guardar la mínima distancia, comentó que el hombre no asistiría, que probablemente llamaría o coordinaría una visita en privado para dar el pésame. El hombre asistió y nada paso ni perdió. Al contrario, eso contribuyó a que la prensa publicara, como fue la verdad, que el velatorio de la madre de Leonel “junta a los políticos”. Aquí, la civilidad - como debe ser y primar como normal social de convivencia entre los dominicanos – volvió a imponerse a la irracionalidad, a la intolerancia y a la mezquindad. Por cierto, un Leonel Fernández cargado de emoción ante la dura prueba de perder a su madre abnegada y dama ejemplar, que deja un gran legado, prometió al despedir a doña Yolanda: “no defraudarla ni defraudar a la sociedad”. Otro que, reivindicando un lenguaje ríspido en un hombre de Estado, se mostró a la altura del momento y la circunstancia a mano fue Hipólito Mejía, con una carta de condolencia a Leonel, en la que le da el tratamiento de “honorable presidente” y le expresa “sinceras muestras de nuestra solidaridad y estima”. Ganó la decencia política.

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